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En conformidad con la costumbre establecida en este continente, los baños de señoras y caballeros están separados. Durante la temporada en las blancas arenas hay hileras de grandes tiendas de campaña que hacen el oficio de cuartos de vestirse. Sin embargo, la costumbre de bañarse ambos sexos juntos está sustituyendo a la antigua, y hoy día se ven las familias bañándose reunidas.

Para entonces, los diez años corridos desde que le conocimos en la La leva, ya sesentón habían hecho honda mella en su persona. Estaba más encorvado, más flaco, algo trémulo, y con la greña, las patillas y las cejas enteramente blancas, muy ásperas y muy largas.

Arturo no respondió, porque en aquel instante la mirada de Judit se había cruzado con la suya... Había visto fulgurar en los ojos de la joven un relámpago de indescriptible satisfacción. ¡Es imposible explicar lo que pasó por él, ni por qué no enloqueció al ver que Judit, levantando una de sus blancas y exquisitas manos, le hacía la seña con que él en otro tiempo le anunciaba sus visitas!

Me deslumbraron el oro de los galones, las plumas blancas y azules de los elásticos agitadas por el viento, los colores llamativos de los uniformes.

3 Acuérdate pues de lo que has recibido y has oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Y si no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré a ti. 5 El que venciere, será así vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. 6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.

Yo la hubiera estrechado entre mis brazos, la hubiera arrancado frenético aquella corona de rosas blancas... De seguro Amparo hubiera sido para una esposa sumisa... Pero... yo quería su amor... y ella... ¡ella se había casado conmigo porque se lo mandaba yo! ¡por agradecimiento!

El corazón de Hipólito habría envidiado al nuestro pues si nosotros amábamos a alguna Aricia, no era más que en sueños, y así en los exámenes hubo tres bolas blancas, símbolos de nuestra inocencia, que recompensaron nuestra aplicación y que colmaron de alegría a nuestra familia.

Las gaviotas volaban en círculos, desplomándose á continuación con las alas encogidas para dejarse llevar por las aguas. Los fondos de arena removidos por las corrientes aclaraban el azul del borde de la costa, dándole un tono opalino de ajenjo. En torno del promontorio hervían las espumas, blancas, luminosas, incesantemente renovadas, entre las cabezas de los escollos.

Esta flor, como muchas personas, no tiene más que manos, y son blancas, finas, aromáticas; pero aunque contrae sus finos dedos, cual si fuera á coger alguna cosa, jamás coge nada. ¡Paso al pueblo! La inmensa república de geranios todo lo llena.

Las mariposas blancas que revoloteaban en torno de su cabeza pegaban las alas en el sudor frío de su frente, como si quisieran tirar de ella arrastrándola a otros mundos donde las flores nacen espontáneamente, sin llevarse en sus colores y perfumes algo de la vida de quien las cuida. Las lluvias de invierno no encontraron ya a la Borda.