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No hay nada que más me cargue que esto... decirle a uno que le van a preguntar una cosa y después no preguntársela. Se queda uno confuso y haciendo mil cálculos. Eso, eso, guárdalo bien... No le caerán moscas. Mira, hija de mi alma, cuando no se ha de tirar no se apunta. Ya tiraré... tiempo hay, hijito. Dímelo ahora... ¿Qué será, qué no será?

Ya eres otro; ya estás donde yo quería y esperaba verte... no tan pronto, es verdad, y esto es lo que me sorprende y maravilla; pero, al fin, estás... estás, eso es; y puesto que estás, procura no perder lo adquirido; guárdalo, ¡caray! como un tesoro que es tuyo legítimamente, descubierto en tu propio terreno... Mañana o el otro, esos señores se irán por donde han venido, y sería una triste gracia, Leto, que en cuanto se quitara el puntal se nos viniera la casa abajo... No, señor, ¡caray! no, señor.

Dame acá; muchas gracias Nela dijo el muchacho incorporándose para tomar la moneda . Cuarto a cuarto, ya me has dado al pie de treinta y dos reales.... Aquí lo tengo en el seno, muy bien guardadito en el saco que me diste. ¡Eres una real moza! Yo no quiero para nada el dinero. Guárdalo bien, porque si la Señana te lo descubre, creerá que es para vicios y te pegará con el palo grande.

La pasión es un nivel brutal que iguala a todos los hombres. El señor duque de La Tour de Embleuse hubiera podido desempeñar su parte a las nueve de la mañana en el vestíbulo, en el concierto de los domésticos del palacio Sanglié. No obstante, bien pronto apareció el hombre educado. El duque metió el oro en el cajón y dijo con una frialdad estudiada: «Esto es de Germana; guárdalo bien, hija mía.

Cierra al dolor tu corazón, poeta; para las dichas guárdalo; ahuyenta los fantasmas de las penas que hoy sólo la alegría ha de ocuparlo. Deja la puerta de tu estancia abierta al paso del amor y obra el milagro de tu resurrección inesperada con la consolación de lo esperado.

¡Oh, gracias; gracias! ¡No es que pudiera dudar de una simple promesa tuya, pero así estoy más tranquilo. Toma el sobre. Guárdalo. Yo guardé el sobre en el bolsillo interior de la americana. ¿Quiere usted algo más? le pregunté. No, nada más. ¿Cómo te llamas, sobrino? Santiago. ¡Ah! Shanti. Así se llamaba también mi padre. Haz el favor de decir a mi hija que venga.

Soy el hombre más desdichado del mundo añadió el cocinero. Aguantad vuestro aprieto como yo aguanto el mío; y basta de bromas y soltad, y adiós. Y escapó. Hijo Marchante dijo el cocinero mayor precipitadamente á uno de los soldados , métete con eso en la portería del señor Machuca, y guárdalo como guardarías á su majestad, mientras yo vuelvo. Muy bien, señor Francisco dijo el soldado.

3 Acuérdate pues de lo que has recibido y has oído; y guárdalo, y arrepiéntete. Y si no velares, vendré a ti como ladrón, y no sabrás a qué hora vendré a ti. 5 El que venciere, será así vestido de vestiduras blancas; y no borraré su nombre del libro de la vida, y confesaré su nombre delante de mi Padre, y delante de sus ángeles. 6 El que tiene oído, oiga lo que el Espíritu dice a las Iglesias.

Quisiera darte el estipendio de costumbre, Agapo, pero no tengo un mezquino centavo; toma esto, y guárdalo, en recuerdo mío, ¡ojalá fuera de oro!