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La señora Chermidy rugió interiormente a la idea de que el marido y la mujer acabasen quizá por sentirse atraídos el uno hacia el otro; temió que la piedad, el reconocimiento, la costumbre, uniría a las dos almas jóvenes y que un día vería sentarse entre don Diego y Germana a un invitado con el que no había contado: el Amor.

Una vez aconteció que como un inglés hubiese dicho ser pariente del embajador, y tuviese costumbre de venírsenos a casa cada día, mi amo se enfadaba, porque, demás de no ser su deudo, no tenía calidades ni sangre noble y, sobre todo, era en su conversación impertinente y cansado.

No lo he olvidado contestó Amaury. Entonces nos encontraremos allí como de costumbre. A las diez, ¿no es así? , a las diez repitió distraídamente Amaury; pero si no pudiese ir hasta las doce, yo le rogaría que dijese usted a su tío que tal vez me retenga en París algún asunto urgente.

Había adquirido, es cierto, en su familia, la costumbre de salir de apuros sola, porque su pobre madre había muerto hacía muchos años, y antes de la confirmación, había tenido que dirigir la casa de su padre; pero la tarea no era muy pesada: su padre no tenía a su servicio más que un criado para el molino y los trabajos del campo... ¡se extenuaba de trabajo el pobre padre!

Como no sabía la costumbre feudal de la casa, no tiró más que una vez. Tardaron en abrirle juzgándole plebeyo. La sorpresa del criado fue grande al ver a aquel terrible señor, que tanto respeto infundía en la ciudad, y se apresuró a pedir perdón de no haber acudido más a tiempo a abrirle. El barón preguntó por don Pedro Quiñones.

En tales circunstancias, amigo mio, el libro de V. que presenta los Españoles á los extranjeros, y á estos aquellos, como es costumbre en la buena sociedad inglesa, cuando entre personas que no se conocen se halla un tercero con ámbas relacionado: el libro de V., digo, fácil y corrientemente escrito, observador sin pesadez, filósofo sin pretensiones, presentándonos unos á otros, facilita el trato, y consecuentemente prepara la amistad.

La fisonomía es encantadora. ¿De qué modelo te has servido? De ninguno: está hecho de imaginación.... ¡Ah! Pues no es esa tu costumbre....

Aquel singular enfermo era siempre idólatra de su persona, pero hacía mucho tiempo que economizaba los gastos del culto. Había conservado la costumbre de pintarse y acicalarse y no descuidaba ninguna de las prácticas que podían darle una apariencia de juventud, pero no le disgustaba parecer más nuevo que su traje.

El Ayuntamiento, según costumbre, proporcionó digno hospedaje á la Corte, puesto que, de acuerdo con la nobleza de la ciudad, hizo que los grandes, los prelados y las damas hallasen acogida entre las familias más distinguidas.

Y no había otra cosa digna de mencionarse en el Casino de Villavieja. Aquella tarde, o más bien, aquel anochecer, había, como de costumbre a tales horas, poca gente en el gran salón.