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Durante todo el camino he ido repitiéndome los términos empleados por Lacante en esta conversación y los de mis respuestas. ¿Debía revelar a Lacante mis compromisos con Luciana, a pesar de mi promesa de no decírselo a nadie? ¿Por qué debía hacerlo así?... Por temor de que a Lacante se le haya puesto en la cabeza darme su hija.

Si habéis hecho promesa jurada a algún infiel respondió el Canónigo en contra de la Santa Iglesia de Cristo, no son menester Nuncio, Papa, ni Concilio; sino un confesor cualquiera que os saque del alma tamaño pecado mortal.

Me hubiera sido fácil engañarle aventurando una promesa que quizás andaba él buscando desde la primera carta que me escribió; pero me repugnaba esa mentira dicha a un hombre tan honrado y tan sagaz como aquél, exponiéndome, además, a que no me la creyera.

No creas que olvido lo que te debo: veinte mil francos del otro día, los trescientos mil de tu madre... Todo se pagará. Miguel expresó con una larga risa el asombro que le causaba esta promesa. Decididamente, la ganancia le había perturbado el cerebro. Un piano con teclas de brillantes para el otro; ahora centenares de miles de francos para él.

El acto segundo nos ofrece el campo de batalla de Roncesvalles. Alfonso se ha unido con los moros para impedir al común enemigo el paso de los Pirineos. Bernardo es el caudillo de todo el ejército, y sabe, mientras tanto, el secreto de su nacimiento, obteniendo del Rey la promesa de dejar en libertad á su padre si consigue la victoria.

Además, se han prometido una discreción absoluta; y están tanto más dispuestos a cumplir su promesa cuanto que temen tocar el asunto: ni siquiera se atreverían a hablar de eso entre ellos abiertamente.

Exigidle la promesa de que no vaya a ver a la señorita al menos hasta dentro de tres o cuatro días. De esta manera evitaré el peligro de ser maltratada e injuriada por ella. ¡Mathys, sed complaciente, libradme de esta inquietud, os lo ruego! El intendente, conmovido por su mirada y por su acento, inclinó un momento la cabeza, y murmuró sonriendo: ¡Qué hechicera sois! Hacéis de lo que queréis.

21 Mas no los creas; porque más de cuarenta hombres de ellos le acechan, los cuales han hecho voto bajo maldición, de no comer ni beber hasta que le hayan muerto; y ahora están apercibidos esperando tu promesa. 22 Entonces el tribuno despidió al joven, mandándole que a nadie dijese que le había dado aviso de esto.

Y dejemos esto aquí, Sancho, que si mal gobernares, tuya será la culpa, y mía la vergüenza; mas consuélome que he hecho lo que debía en aconsejarte con las veras y con la discreción a posible: con esto salgo de mi obligación y de mi promesa.

Olvidó la recomendación del doctor y su promesa; extinguiose su memoria para dejar paso al delirio más extraño y a partir de aquel instante ni vio ni oyó nada más de cuanto le rodeaba; toda su alma la tenía concentrada en Magdalena, cuyo flexible talle oprimía con su brazo.