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¡Pobre fray Gabriel! dijo don Modesto, conmovido por los recuerdos que acababa de despertar su patrona . Todos los viernes de su vida vino al Cristo del Socorro para pedirle una buena muerte. Después de la de su bienhechora venía todos los días, porque ya no le quedaba más que aquel buen Señor, que le comprendiese y le consolase.

2 que tengo gran tristeza y continuo dolor en mi corazón. 3 Porque deseara yo mismo ser apartado del Cristo por mis hermanos, los que son mis parientes según la carne; 5 cuyos son los padres, y de los cuales es el Cristo según la carne, el cual es Dios sobre todas las cosas, bendito por los siglos. Amén.

Hágase usted cargo de lo que sufrirá una criatura con la conciencia alborotada y en esta situación... ¡Ah! Sr. D. Evaristo, a no me la da usted... Usted es muy tunante y las mata callando... Al oír esto, la diplomacia de Feijoo se alarmó, creyendo llegada la ocasión de sacar, si no todo el Cristo, la cabeza de él.

¡Anima mea!... Cristo.... Con que hay pedriques en mi casa.... Pues mira yo te voy a dar la Extrema. ¿No te pido el cuerpo hinsopo?... Pues verás. Volvió a mirar el palo, que ya estaba, como si dijéramos, al paño, esperando el momento de salir al escenario.

Retrato del Conde de Benavente, núm. 1.090. Cristo crucificado, núm. 1.055. Retrato del Infante D. Fernando en traje de caza, núm. 1.075. La rendición de Breda, núm. 1.060. Retrato de «El Primo», núm. 1.095. Vista de Zaragoza, núm. 788. Retrato de Martínez Montañés, núm. 1.091. Busto de Felipe IV, núm. 1.080. La Coronación de la Virgen, núm. 1.056. Marte, núm. 1.002. Mercurio y Argos, núm. 1.063.

Y con esto, despedidos del gobernador dieron la vuelta. Al pasar el río Guapay, de vuelta para Tarija, les cercaron una gran multitud de infieles, rogándoles fundasen una Reducción en aquel paraje para cuidar y atender al bien de sus almas, que les daban palabra que en breve abrazarían todos la ley de Cristo.

¡Cristo! ¡Y para tener este encuentro desagradable había salido de casa tan temprano! ¡Citado por su propia mujer! ¡Cómo reirían los amigos del Casino al saber aquello! Querían oír algo de lo que se decían aquellos señoritos. ¡Sube!... ¡Sube! dijo Luis a su esposa con acento imperioso. Le irritaba lo ridículo de la escena.

Yo haré un azote durísimo de mis oraciones y penitencias, y con él la arrojaré de allí, como Cristo arrojó del templo a los condenados mercaderes. 18 de Junio.

No, Cristo Padre; era preciso inventar algo, buscar, revolver medio mundo, ahondar en las entrañas oscurísimas del problema para dar con la clave de él.

34 Y Jesús decía: Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Y partiendo sus vestidos, echaron suertes. 35 Y el pueblo estaba mirando; y se burlaban de él los príncipes con ellos, diciendo: A otros hizo salvos; sálvese a , si éste es el Cristo, el escogido de Dios. 36 Escarnecían de él también los soldados, llegándose y presentándole vinagre,