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Dos sensaciones enteramente distintas pueden referirse á un mismo tiempo en la memoria; el tiempo pues será idéntico y las sensaciones distintas.

Había escrito yo un articulito vindicando la memoria de D. Pedro I de Castilla, demostrando que el título de cruel con que le apodaban la mayor parte de los historiadores no le cuadraba, y que mejor le venía el de justiciero.

Mientras la arrastraban, Lita iba repitiéndose la mágica fecha, para que no la olvidase su memoria de pajarito... Todavía al despedirse de Ramón hasta el día siguiente, le recomendó otra vez: ¡No vayas a perder el apunte! Ramón se alzó de hombros ante tanta insistencia, y se volvió a la cocina ligeramente disgustado por la poca atención que mereciera su abanico de papel de colores...

De esta manera se encomienda á la memoria lo que no admite sombra de duda, y queda luego desembarazado el lector para andar clasificando lo que no llega á tan alto grado de certeza, ó es solamente probable, ó tiene muchos visos de falso.

6 Pero volviendo de vosotros a nosotros Timoteo, y haciéndonos saber buenas noticias de vuestra fe y caridad, y que siempre tenéis buena memoria de nosotros, deseando vernos, como también nosotros a vosotros. 7 En ello, hermanos, recibimos consolación de vosotros en toda nuestra tribulación y necesidad por causa de vuestra fe;

Hasta la memoria le faltaba fuera del café, y como a veces se olvidara súbitamente en la calle de nombres o de hechos importantes, no se impacientaba por recordar, y decía muy tranquilo: «En el café me acordaré». En efecto, apenas tomaba asiento en el diván, la influencia estimulante del local dejábase sentir en su organismo.

Nada hay tan dispuesto a perdonar como el corazón de una madre, ni nada tampoco como la ausencia para borrar de la memoria los defectos de las personas queridas, y poner sólo delante sus buenas prendas y los momentos de dicha debidos a su cariño.

Recordaba el entusiasmo con que había hablado á Aresti del pequeñín: renacían en su memoria las palabras al describir su belleza delicada: «un verdadero hijo del amor, tan hermoso que en nada se me pareceNo te burles, Luis, es una crueldad. lo adivinaste, sin duda, cuando te hablé de él. También esta ilusión ha desaparecido. No queda nada... nada.

Era un hombre de regular edad, completamente afeitado y de rápida inteligencia, que con frecuencia había ganado premios en los varios certámenes de competencia ofrecidos por diferentes periódicos; hombre que parecía haber aprendido de memoria el Diccionario de citas familiares, de Bartlett, y cuyo ingenio y habilidad para descifrar enigmas era incomparable.

Llegó esta opresion á tanto extremo, que les quitaban las mujeres y los hijos para instruirles en su secta. Profanaban los templos y monasterios tan antiguos, donde habia depositados tantos cuerpos de Santos, y grande memoria de nuestra primitiva Iglesia que tanto floreció en aquellas Provincias, trocando el verdadero culto en falsa y abominable adoracion de su profeta.