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Era una promesa que había hecho en aquel anochecer lúgubre, cuando le vio llegar tendido en la camilla, pálido e inmóvil como un muerto. ¡Las veces que había llorado a la Macarena, la hermosa reina de los cielos, de largas pestañas y mejillas morenas, pidiéndola que no olvidase a su pobre Juanillo! La fiesta fue un acontecimiento popular.

Mario marchó, con la cabeza baja y el alma llena de repugnancia, hacia casa de sus suegros. Y en el camino fue cuando se le ocurrieron mil argumentos para desbaratar el sofisma del cura Laguardia. Siempre le pasaba lo mismo. No era pronto más que para ver y sentir: su inteligencia perezosa necesitaba tomarse tiempo para formar razonamientos. Llevaba el propósito de aconsejar a su cuñada que olvidase enteramente a Godofredo.

Poldy no volvió, pues, a hablar de él ni con su mismo hermano, como si su mismo hermano lo ignorara, o como si ella tuviese la pretensión de que él lo olvidase. A solas, pues, y en toda libertad, Poldy se figuraba a medida de su deseo, al autor de las tres poesías.

Y que no olvidase comprar hilo, agujas y unas alpargatas para el pequeño. ¡Criatura más destrozona!... En el cajón de la mesita encontraría el dinero. Y mientras la madre daba una vuelta en la cama, dulcemente acariciada por el calor del estudi, proponiéndose dormir media hora más junto al enorme Batiste, que roncaba sonoramente, Roseta seguía sus evoluciones.

Sin embargo, me hablaba de ti en unos términos... Ciertamente, no puedo quejarme de su modo de proceder diario, pero ayer éramos sus invitadas, y esto es un matiz; hoy he vuelto a ser sencillamente la institutriz de su hija y no dejaría de recordármelo si yo lo olvidase.

Cuando llegó para Gallardo el momento de matar su toro, que era el segundo, el público le acogió benévolamente, como si olvidase su enfado de la corrida anterior. Las dos semanas de suspensión por la lluvia parecían haber infundido a la muchedumbre una gran tolerancia. Deseaba encontrarlo todo bueno en una corrida tan esperada.

Frígilis dejaba el brazo a la Regenta, que indefectiblemente lo buscaba; y Mesía resignado, firme en su propósito de ser prudente mientras fuera necesario, se emparejaba con don Víctor, que tal vez se permitía cantar a su modo el spirto gentil o la casta diva; aunque prefería recitar versos, sin que jamás se le olvidase decir con Góngora: A su cabaña los guía que el sol deja el horizonte, y el humo de su cabaña les va sirviendo de Norte.

Fontenoy ofrecía la imagen que se forma el vulgo de un hombre de dinero, director de importantes negocios en diversos lugares de la tierra. Todo en su persona parecía respirar seguridad y convicción de la propia fuerza. Pero á veces, como si olvidase el presente inmediato, fruncía el ceño, quedando pensativo y completamente ajeno á cuanto le rodeaba.

Pero ¡ah! cuando al versículo amenazador siguió el de la esperanza ¡con qué fe, con qué fervor escuchó la promesa de la infinita misericordia! ¡cómo, vertiendo copioso llanto, rogó a Dios, invocando su clemencia, que olvidase su justicia, recordando sólo su misericordia y su magnanimidad!

Miraba á todos con orgullo, pero sonreía humildemente al dueño de Villa-Sirena para que olvidase su resistencia de momentos antes y las terribles amenazas con que la había acogido. Al poco rato volvió Alicia hacia ellos, guardando un papel en su bolso de mano. El entusiasmo del músico hizo explosión. ¡Oh, duquesa!... ¡Divina duquesa! La besaba en uno de sus brazos desnudos; luego en un hombro.