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Cuando refiere sus proezas o las de algún afamado malévolo, parécese al improvisador napolitano, desarreglado, prosaico de ordinario, elevándose a la altura poética por momentos para caer de nuevo al recitado insípido y casi sin versificación. Fuera de esto, el cantor posee su repertorio de poesías populares, quintillas, décimas y octavas, diversos géneros de versos octosílabos.

En esta cartera guardaba las actas de las tres sesiones que había celebrado el Comité de recibimiento del Hombre-Montaña, así como los presupuestos de gastos, presentes y futuros, para la manutención de tan costoso huésped. Además llevaba una traducción, en idioma del país, que había hecho de los versos escritos por el Gentleman-Montaña en su cuaderno de notas.

Publicó su biografía en la primera plana, describió en la segunda su entrada triunfal en la romería y el modo gallardo con que fué acompañado por las jóvenes más hermosas de la villa en medio de cantos y vítores. Insertó cerca de esta descripción unos versos con el mismo asunto de uno de los chicos de don Rufo.

Los versos más largos pueden alternar con los más cortos de uno en uno, ó siguiendo otro orden, en cuyo caso puede ser predominante el endecasílabo, apareciendo sólo de tarde en tarde el más corto; también la rima puede repetirse en cada dos versos, ó formando otras combinaciones en que escasee más.

Dijo sus últimos versos, y, entre sus sueños dispersos, lloró sus últimos versos. Postrer copa... Dió un suspiro y se suicidó de un tiro en la sien... ¡Postrer suspiro! Cayó al suelo la pistola y al cristal dió una aureola el humo de la pistola. El rodó bajo la mesa con se desgracia inconfesa, bajo el mármol de la mesa...

Allí nació su afición al arte literario, componiendo versos desde la adolescencia.

Como lira ó estrofa rimada de seis versos, alternando los yámbicos de tres y de cinco pies, rimando los cuatro primeros de suerte, que el tercero consuena con el primero, el segundo con el cuarto y los dos últimos entre .

Al fin todos hablan en verso, y es tal su facilidad de ritmo y consonante, que he oído a Carlos Sáenz hacer versos durante un cuarto de hora, sin detenerse un instante. Disparates sin sentido, con frecuencia, pero jamás un verso cojo ni una rima pobre. En general, el espíritu corre a raudales; una palabra, una frase, dan el pie a una improvisación admirable...

No parece que Valencia haya sido el lugar fijo de su domicilio durante este destierro, como asegura su panegirista, puesto que, de los últimos versos de la comedia El Caballero de Illescas, puede colegirse que pasó algún tiempo en Italia en esta época de su vida.

Buenos días, mi ruiseñor dijo Stein, que al oírla había salido al patio. Por vía del ruiseñor, ¡ehe, ehe, ehe, ehe! gruñía y tosía Momo , ¡ruiseñor y es la chicharra más cansada que ha criado el estío!, ¡ehe, ehe, ehe, ehe! Ven, María prosiguió Stein , ven a escribir y a leer los versos que traduje ayer. ¿No te gustaron?