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¡Y qué humildemente vestida y peinada está! añadió la Esfinge al soltar de su mano la tarjeta. ¡Y qué dulzura de semblante y qué mirar de Niño-Dios! dijo don Santiago desde el hueco donde estaba embutido ya. Ángel sintió en su pecho cuatro porrazos seguidos y tremendos, uno por cada exclamación, que le retumbaron en la cabeza. Pero aquellos golpes no le dolían ni le incomodaban.

La fachada que mira al rio, cuyas aguas le lamen humildemente, es rica de arte y decoracion. Las obras que se han hecho y continuan haciéndose, son prodigiosas; van gastados millones de libras esterlinas.

Es condenado á muerte y llevado al suplicio, persistiendo en su obstinación y en su culpa; pero la única virtud, que ha conservado en su vida, da entrada en su corazón á la gracia de Dios; lo que no han podido lograr el miedo á la muerte y á las penas del infierno, lo consiguen las lágrimas y súplicas de su anciano padre; Enrico se arrepiente, pide á Dios perdón humildemente de sus faltas y sufre resignado una muerte vergonzosa para alcanzar después la vida eterna.

Vamos, Velázquez, déjala interrumpió Pepe de Chiclana, avergonzado por haber sido causa de aquella disputa. ¡Déjala! ¡déjala! dijeron todos á un tiempo. He dicho que baila, y bailará profirió Velázquez alzándose de la silla en actitud soberbia y provocativa. Soledad se puso pálida; quedó un instante suspensa y dijo al cabo humildemente: Está bien; no te incomodes. Haré lo que tu quieras.

En medio de la sala, sobre un magnífico lecho rodeado de gigantescos candelabros de bronce dorado con blandones, estaba el cadáver, humildemente amortajado con un sayal ceniciento de la orden de San Francisco y la cabeza rodeada de una toca blanca. A los cuatro ángulos del lecho había cuatro lacayos de gran librea, inmóviles como estatuas, y con blandones amarillos en las manos.

Yo no pensaba intentar nada en beneficio del desgraciado Jacobo, lo confieso humildemente, pero ese diablo de Cristián me ha sublevado con unas noticias tan inesperadas, que no he podido permanecer indiferente... Pero, en nombre del cielo, ¿qué ha descubierto? dijo la señora de Freneuse con tal expresión de angustia que su hija la abrazó para calmarla.

Le faltaban los brazos, le faltaban las piernas, era un tronco nada más, conservado por los prodigios de la cirugía; un harapo rematado por una cabeza viviente. ¡Odette!... ¡Odette! murmuró la boca negruzca humildemente, como si pidiese perdón por su desgracia. Pero Odette había huído, atropellando á los criados que se agolpaban en la puerta.

Entonces Quevedo vió frente á él una ventana, y por algunos agujeros de ésta el reflejo de una luz en el interior. Quevedo acercó su semblante y pegó sus antiparras á uno de aquellos agujeros, y el bufón á su lado, se puso asimismo en acecho. En aquel mismo punto dió el reloj del alcázar las tres de la mañana. Un hombre se paseaba en una habitación muy pequeña y harto humildemente alhajada.

Dado á conocer así somera, y no favorablemente, por desgracia, podemos ya lisonjearnos de conocer á cuantas personas ocupaban la sala cuando entró en ella el padre Jacinto. Doña Blanca, Clarita, D. Valentín y D. Casimiro se levantaron para recibirle, y todos le besaron humildemente la mano.

El obrero, disgustado por la reprimenda, pero cohibido por el agasajo, repuso humildemente: ¿Y qué le vamos a hacer, señor cura? Trabajamos cobrando al entregar las piezas terminadas, ganando tiempo... el jornal es corto, el pan caro... y cuando menos se piensa nace un chico.