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»Yo repuso Teobaldo; yo, por el deber que tengo de velar sobre usted. »Y corrió a mi marido que, haciendo un supremo esfuerzo, había logrado llegar hasta el cordón de la campanilla, y tiró de él violentamente. Al oír este modo de llamar, todos los domésticos de la casa se precipitaron en la habitación. Carlos acababa de salir, pero ellos vieron al Conde tendido y bañado en su propia sangre.

Y como por buenos que sean los diestros que están en el tendido, si los lidiadores son malos, mala resultará la corrida; para los buenos villaverdinos no hay chupa que les venga, ni capote que les salga a gusto.

Se quedó delante de , el látigo con mango de concha entre los dientes, lívidas las mejillas, los ojos inyectados, salpicándome de sangrientos resplandores; luego dejó oír una o dos carcajadas convulsivas que me helaron. Su caballo volvió a partir a escape tendido.

Una implacable expresión de seguridad, de feroz aplomo, se desprendía de aquel hombre inmóvil, con el brazo tendido, duro é inconmovible.

Luego, estrujándole con fuerza la máscara sobre el rostro, acabó por arrancársela con rabioso tirón. San Vicente desenvainó a su vez, y exclamando: «¡Muera!», se arrojó sobre su rival. Pero éste le esperaba ya con el acero tendido. Gonzalo se detuvo, y blandiendo furiosamente la espada, gritó de nuevo: Pida perdón el alevoso. Vos a , villano, por vuestras calumnias menguadas.

Se veía el disco de color de cereza, detrás de las ramas del olivar, como al través de una celosía negra. Sus últimos rayos, a ras de tierra, coloreaban con un resplandor anaranjado la columnata de troncos de los olivos, las marañas de plantas de la tierra, las curvas del cuerpo de la moza tendido en el suelo. La punzante película de las chumberas erizábase como una epidermis luminosa.

Gonzalo recordó que aun no le habían curado el vejigatorio puesto el día anterior. Tiró violentamente del cordón de la campanilla. Estaba tendido en el lecho boca arriba, mirando los arabescos del techo. La estancia bien esclarecida por los dos balcones que tenía. No se hallaba en su alcoba, sino en el despacho, donde le habían puesto una cama el día primero que se sintió mal.

5 Me han escondido lazo y cuerdas los soberbios; han tendido red; en el lugar de la senda me han puesto lazos. 6 He dicho al SE

Vio después Morsamor que el féretro donde le habían encerrado se hallaba en el mismo lugar; que el Padre Ambrosio levantó la tapa, y que dentro había un cuerpo humano tendido e inmóvil. No descubrió quién era. Un lienzo velaba su cara.

Desde entonces, una saciedad enervante me mantuvo durante semanas enteras tendido en un sofá, mudo y terrible, pensando en la felicidad del «no ser...»