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Comencé a vivir cada día más recluído en el fondo de mi alma, perdido en la admiración de la imagen que en ella brillaba, hasta que sólo esta ocupación me pareció digna de la vida, y en el mundo todo no reconocí más que una apariencia inconstante y fuí como un monje en su celda, ajeno a las cosas más reales, de rodillas y rígido en su sueño, que es para él la única realidad.

Hasta aquí la nota del señor deán, escrita con desenfado íntimo, como para él solo, pues bien ajeno estaba el pobre de que yo había de jugarle la mala pasada de darla al público. Sigamos ahora la narración.

Luego se había marchado cabizbaja, sin invitarle a que la siguiese a su camarote y sin mostrar deseos de ir al suyo, con visible mal humor, pero convencida en apariencia. Y ahora, después de una noche de reflexión, tornaba con las mismas proposiciones, como si en su pensamiento movedizo no pudiese abrir surco el consejo ajeno.

Nadie hablaba: no hacía el varón caso de la hembra, ni buscaba la muchacha el halago del mozo, ni el niño se detenía a jugar. Los fuertes parecían rendidos, los jóvenes avejentados, los viejos medio muertos. ¡Casta dos veces oprimida por la ignorancia propia y el egoísmo ajeno!

¿Pero es posible? ¿No fue posible que me dejases sin motivo, queriéndome como decías? ¿De qué te sorprendes? ¿Quién ha buscado a quién? Mientras fui tuya, ¡vergüenza me da recordarlo!, ni siquiera sospechaste el cariño que mi corazón encerraba para ti. Después, suponiendo que era de otro hombre, me has deseado con rabia, con locura, como se desea lo ajeno.

Por la noche se hablaba de ello alrededor de la humeante mesa, riendo al recordar las contorsiones de cuantos retrocedían espantados al borde del abismo, y encomiando á los que de un brinco se habían lanzado sin ajeno impulso en el vacío. El noble señor murió en un convento vecino en olor de santidad.

3 El que come, no menosprecie al que no come; y el que no come, no juzgue al que come; porque Dios le ha levantado. 4 ¿ quién eres que juzgas al siervo ajeno? Cada uno esté asegurado en su alma. 6 El que hace caso del día, hágalo para el Señor; y el que no hace caso del día, para el Señor no lo hace.

Don Íñigo, aunque enlazado por su casamiento a los más antiguos linajes de la ciudad, habíase conservado completamente ajeno a las seculares cuadrillas de San Juan y San Vicente, en que se hallaba dividida la nobleza de la comuna; y las salas de su mansión eran amplias, la servidumbre numerosa, la pastelería excelente. El bullidor concurso llenaba los salones.

El hijo del inglés, el que debía haber sido rico, magistrado, literato, general, hombre ajeno de opiniones, acabará probablemente sus tres carreras distintas en un solo hospital verdadero, merced a las circunstancias; al mismo tiempo que otros que no nacieron para nada, y que han tenido realmente todas las opiniones posibles, anduvieron, andan y andarán siempre levantados en zancos por esas mismas circunstancias.

En las ganancias del juego, ha dicho uno, hay siempre algo parecido al robo, porque con razón puede decirse que se toma lo ajeno contra la voluntad de su dueño; y si bien es cierto que se gana este dinero ajeno exponiendo el propio, también lo es que los ladrones en cuadrilla exponen sus vidas en las encrucijadas de los caminos, y la vida, aunque sea de un facineroso, vale más que el dinero.