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Es aquel agradable, aquel bien quisto, Aquel agudo, aquel sonoro y grave Sobre quantos poetas Febo ha visto: Aquel que tiene de escribir la llave Con gracia y agudeza en tanto estremo, Que su igual en el orbe no se sabe: Es DON LUIS DE GONGORA, aquien temo Agraviar en mis cortas alabanzas, Aunque las suba al grado mas supremo.

Del perseguido. En Lisboa, por Pedro Crasbeek. Año de 1603. A costa de Francisco LopeLa primera de estas comedias se atribuye á Lope falsamente: es de Gabriel Laso de la Vega. Menos raro es el libro siguiente: «Quatro comedias famosas de D. Luis de Góngora y Lope de Vega, recopiladas por Antonio Sánchez: Madrid, 1617Contiene: Las firmezas de Isabela, de Góngora.

Desde entonces no ha deslucido Córdoba su bien cimentada reputación: y no por vana jactancia, sino con sobra de motivo, lleva por mote, en torno de los rampantes leones de su limpio escudo: «Corduba, militiae domus, inclyta fonsque sophiaeLucano, Séneca, Averroes, Ambrosio de Morales, Góngora y mil otros dan testimonio de lo segundo.

En el pensamiento de los hombres de aquella edad el éxito lo justificaba todo. Menester era, pongamos por caso, de la pasión patriótica de Góngora cuando cantó la Invencible Armada, para que llamase a Isabel de Inglaterra Reina no, sino loba libidinosa y fiera.

Moreto, en la primera escena de su No puede ser guardar una mujer, hace la siguiente brillante descripción del gusto artístico de Felipe IV y de su liberalidad con los poetas: ¿Y qué ingenio en nuestra edad Nuestro Rey no ha enriquecido? ¿Qué pluma empleo no ha sido De su liberalidad? ¿El retor de Villahermosa, Góngora, Mesa y Enciso, Mendoza y otros, que quiso Por su elección generosa?

En cuanto al criminal, aunque lo sentenciaron á ser entregado al brazo secular para quitarle la vida, se probó que estaba loco, y lo encerraron en el convento de San Juan, en donde se dice que murió por los años de 1678. Para que este succeso fuese todavía más digno de llamar la atención, vino á unirse á él lo extraordinario del siguiente cuento que consigna cándidamente Góngora.

Apenas apareció Góngora con sus innovaciones, se declararon en contra los más distinguidos poetas españoles, capitaneados por Lope de Vega. La lucha, como después veremos, se entabló también en la escena, y cuanto más degeneraba el culteranismo, tanto mejor triunfaban sus adversarios.

Quien desee formar una idea de la profunda antipatía que tenían los españoles á los ingleses, puede leer la Dragontea y la Corona trágica, de Lope, y la Oda al armamento de Felipe II contra Inglaterra, de Góngora.

En la época de la decadencia, cuando vivían en la calle de Belén, visitaba todos los días á las vecinas monjas de Góngora, conversando con ellas largas horas. Con ellas consultaba sus visiones y contravisiones, relatando sus deliquios y arrebatos de amor divino. Otros días llegaba muy apurada para contarles cómo había sentido unas terribles tentaciones, y que bebiendo vinagre se le habían quitado.

Es indudable que semejante absurdo merece una reprobación unánime, aunque Góngora, á pesar de sus extravíos, fuese siempre un hombre ingenioso y un verdadero poeta. Sólo en el Polifemo y en las Soledades llevó hasta la exageración su estilo pedantesco y afectado, ampuloso y lleno de hojarasca, sometiendo por completo el fondo á la forma.