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Adivinó Ferragut que todo lo dicho era para llegar á este ruego final. La inesperada demanda le produjo una impresión de asombro y escándalo. ¿Huir con ella, que tanto daño le había causado?... ¿Unir otra vez su vida á la suya, conociéndola como la conocía?... Era tan absurda la proposición, que el capitán sonrió de un modo lúgubre.

La voz del príncipe tomó cierta entonación lúgubre, como si clamase sobre los escombros de su vida entera. Había encontrado centenares de mujeres de las que levantan á su paso una muda explosión de deseos. La resistencia femenil le era desconocida.

Dios sabe a dónde habría llegado por este brillante camino, si Mariano no se hubiese levantado, anheloso de marcharse. En el singular estado fisiológico en que se encontraba, su lúgubre atonía se interrumpió bruscamente por impaciencias inexplicables. Con un poquillo de ironía dio las gracias al maestro por sus consejos, y se fue a escape, como alma que lleva el diablo.

¡Qué biblioteca tan lúgubre! Son obras de medicina, que tratan de las enfermedades del cerebro, de las lesiones del cráneo y de otros asuntos del mismo género; disertaciones filosóficas sobre la herencia de las pasiones: una Historia de los accesos de cólera y de sus terribles consecuencias, un Tratado del dominio sobre mismo, y una obra de Kant, El Arte de dominar por la voluntad los sentimientos mórbidos.

Después abrió las cuatro ventanas del gabinete y apagó la luz. Una escasísima claridad triste y fría invadió la habitación de la señorita de Elorza, prestando a los muebles un aspecto lúgubre que estaban lejos de tener ordinariamente.

No quedaban de él más que tres pilastras, en parte sumergidas, que el agua cenagosa del foso ensuciaba de residuos espumosos. No qué idea me vino de esconderme allí por el resto del día. Pasé del uno al otro pilar y me escondí en aquel recinto ruinoso, los pies tocando la corriente en la semioscuridad lúgubre del vasto y profundo foso por donde corrían las aguas del lavadero.

Y las correligionarias de don Pompeyo reían a carcajadas, demostrando así lo poco arraigado de sus convicciones. La noche se acercaba; el cementerio estaba lejos, y hubo que apretar el paso. La lluvia empezó a caer perpendicular, pero en gotas mayores, los paraguas retumbaban con estrépito lúgubre y chorreaban por todas sus varillas.

La de Rufete no había visto nunca llorar a su tía, la cual, envejecida considerablemente en aquellos tristes días, traía un mantón negro echado por la cabeza, con lo que su aspecto era harto lúgubre y repulsivo. No decía sino: «¡Qué pena, qué bochorno!», y de sus apergaminados labios habían huido los donaires quizás para siempre.

Quitose el matador la montera, se pasó la mano por la frente con abatimiento, se la puso de nuevo y marchó hacia el toro. Los gritos se apagaron instantáneamente; reinó un silencio lúgubre en la plaza. ¡Ha matado a su hermano! ¡ha matado a su hermano! se decían los espectadores al oído.

Lázaro, después de la visita de su tío, había caído en lúgubre abatimiento. Aquella fiebre angustiosa que llenaba la imaginación de alucinaciones terribles, haciéndole sufrir tan grandes tormentos, había degenerado en lento marasmo, en un letargo moral que le embrutecía.