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¡Ah! murmuró sarcásticamente el joven Princetot. ¿Esto le extraña?... Aunque sabe usted disimular muy bien, le desagrada conocer que ha visto alguien su juego y ha descubierto el motivo de sus equívocas asiduidades. Mis asiduidades nada tienen de misterioso repuso el inspector general, levantando con indiferencia los hombros, y no tengo razón ninguna para esconderme cuando voy a Rosalinda.

Jacobo le tendió la mano sonriendo. Perdóname, dijo, que te dejara ayer tarde. Estaba como una fiera escapada de su jaula y á quien asusta el aire libre y el ancho horizonte. Tenía necesidad de esconderme, de buscar un rincón sombrío, falto ya de la costumbre de vivir libre... La servidumbre es una arruga que no se hace desaparecer fácilmente. Ahora ya estoy repuesto.

No quedaban de él más que tres pilastras, en parte sumergidas, que el agua cenagosa del foso ensuciaba de residuos espumosos. No qué idea me vino de esconderme allí por el resto del día. Pasé del uno al otro pilar y me escondí en aquel recinto ruinoso, los pies tocando la corriente en la semioscuridad lúgubre del vasto y profundo foso por donde corrían las aguas del lavadero.

Las pocas joyas que me quedan tal vez sean algún día para usted... Yo estoy perdida; no tengo más remedio que esconderme, entrar en un convento, huir, o qué yo... Si pudiera entrar en un convento, sería lo mejor... Y si Dios me quisiera llevar, ¡qué servicio me haría!... Pero no lo que me digo... Se pasmará usted de verme tan aturdida, tan trastornada, que no parezco la misma... ¡Cuándo usted sepa...! Es que llueven sobre las calamidades, como si el Señor quisiera probarme.

Gracias á Dios que he encontrado la felicidad. ¡Cuan dulcemente se pasa el tiempo mirándola, ahora y después y siempre! ¿Qué placer iguala al de pasar rozando sus cabellos, y acariciarle la frente con mis flequitos? ¿Qué mayor ambición puedo tener que dejarme resbalar por su cuello hasta escurrirme... qué yo dónde, ó esconderme entre su ropa y su carne para estarme allí haciéndole cosquillas per saecula saeculorum?

Susana decía que los hombres eran unos papanatas, y yo comparto las opiniones de Susana. ¡Oh, oh! dijo el comandante, mirándome con un aire tan bondadoso, que tuve miedo de estallar en sollozos; ¡tanta misantropía en tanta juventud! No contesté nada, y como en aquel momento llegábamos a una espaciosa terraza, me escapé de su brazo y corrí a esconderme tras una enorme arcada.

Yo temblaba, y tuve que esconderme en el oratorio, porque delante de ellos hubiera perdido la dignidad de mi carácter. ¡Qué modo de saquear!...; en una palabra, la paja de los caballos, las gallinas del corral, los huevos, hasta unos tomates que tenía yo guardaditos en mi escritorio para hacer un gazpachito..., todo, todo se lo llevaron.

Virgen de Monserrate, Que esas asperas sierras haceis cielo, Inviadme rescate, Sacadme deste duelo, Pues es hazaña vuestra Al misero caido dar la diestra. Entre estas matas quiero Esconderme pues que es entrado el dia, Aqui morir espero. Santisima Maria, En este trance amargo El cuerpo y alma dexo á vuestro cargo. Sale un Leon y echase junto á él, y sale luego el otro CAUTIVO que tambien se va.

Yo me sobresalté: sentí de repente que me iba a ver reducida a esconderme, a huir de él hasta el fin del mundo: «¡Es necesario que no te encuentre, no te encontraráme gritaba una voz interior. Mis mejillas estaban encendidas y me vino un vago temor de que el rubor traicionara mi emoción a pesar de la obscuridad.

Que si á esconderme aqui me truxo el miedo De la cercana y espantosa muerte, Ella me sacará con mas denuedo, Con el deseo de seguir tu suerte; Del vil temor pasado, como puedo Haré ahora la enmienda osado y fuerte, Y el error de mi edad tierna inocente Pagaré con morir osadamente.