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4 Porque algunos hombres han entrado encubiertamente sin temor ni reverencia de Dios; los cuales desde antes habían estado ordenados para esta condenación, convirtiendo la gracia de nuestro Dios en disolución, y negando a Dios que solo es el que tiene dominio, y a nuestro Señor Jesús, el Cristo.

No como el bueno del funcionario arregló el negocio, pero el resultado fue que la Adela renunció por ante escribano a todo dominio sobre Amparo, y el padre Ambrosio la adoptó con todas las formalidades prescritas por las leyes. Todo aquello se hizo en muy pocas horas. Amparo no pasó la noche en mi casa.

, lo que él quería era una afición poderosa, viva, ardiente, eficaz para vencer la ambición, que le parecía ahora ridícula, de verse amo indiscutible de la diócesis. Ya lo era, aunque discutido, y aquello debía bastarle. »¿A qué aspirar a un dominio absoluto imposible?

Las Filipinas, pues, ó continuarán siendo del dominio español, pero con más derecho y más libertades, ó se declararán independientes, después de ensangrentarse y ensangrentar á la Madre patria.

Su gesto soberano y su gallardo continente, sin altanería, revelaban dominio sobre las demás. Al instante presentó á Pacorrito. Este se quedó todo turbado y más rojo que una amapola cuando la Princesa, tomándole de la mano, dijo: Presento á ustedes al Sr. D. Pacorro de las Migajas, que viene á honrarnos esta noche.

Pero doña Paula tenía superior instinto; veía más que nadie en lo que interesaba al poderío de su hijo. «Aquel don Álvaro era otro buen mozo, listo también, arrogante, hombre de mundo; tenía el prestigio del amor, contaba con las mujeres respectivas de muchos personajes de Vetusta, y a veces con los personajes mismos, gracias a las mujeres; era el jefe de un partido, el brazo derecho, y la cabeza acaso, de los Vegallana... podía disputar a Fermín, con fuerzas iguales acaso, el dominio de Vetusta, de aquella Vetusta que necesitaba siempre un amo y cuando no lo tenía se quejaba de la falta «de carácter» de los hombres importantes.

La célebre captura del general Paz, arrebatado de la cabeza de su ejército por un tiro de bolas, decidía de la suerte de la República, pudiendo decirse que no se constituyó en aquella época, y las leyes y las ciudades no afianzaron su dominio por accidente tan singular; porque Paz, con un ejército de cuatro mil quinientos hombres perfectamente disciplinados, y con un plan de operaciones combinado sabiamente, estaba seguro de desbaratar el ejército de Buenos Aires.

Tenia tratado el principal rebelde con este y otros indios los medios de sacudir el dominio español, en distintos viages que hizo por todas las provincias, para lo que le daba proporcion el oficio de arriero que profesaba.

D. Luis, casi sin replicar, y como si fuera mandato, tomó su sombrero y su bastón, y diciendo «Vámonos donde quieras» siguió a Currito que se adelantaba, tan satisfecho de aquel dominio que ejercía. El casino, en efecto, estaba de bote en bote, gracias a la solemnidad del día siguiente, que era el día de San Juan.

Cuatro son las ciudades que han sido aniquiladas ya por el dominio de los caudillos que sostienen hoy a Rosas, a saber: Santa Fe, Santiago del Estero, San Luis y La Rioja.