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A la primera ojeada reconoció la letra; se puso blanca como el yeso que cubría las paredes, y, con sus ojos enrojecidos por las lágrimas, me miró fijamente como si hubiera perdido la razón. Tómalo, pues dije, tómalo. Ella extendió la mano, pero la retiró con un ademán brusco: se hubiera dicho que había tocado un hierro candente.

Contó también como el soldado, sin quitalle su honor, le robó cuanto tenía, y la dejó en aquella cueva y se fue: suceso que de nuevo puso en admiración a todos.

«¡Hermoso pájaro esdijo toda la corte, y le pusieron el nombre de «gran pájaro internacional»: porque se usan estos nombres en China, pomposos y largos: pero cuando puso el emperador a cantar juntos al ruiseñor vivo y al artificial, no anduvo el canto bueno, porque el vivo cantaba como le nacía del corazón, sincero y libre, y el artificial cantaba a compás, y no salía del vals.

En los de ella ardió una chispa maliciosa, y con ademán súbito y desdeñoso arrojó el clavel que tenía en la mano debajo de las sillas. El conde se puso repentinamente serio; sus mejillas se colorearon. En aquel momento entró Manuel Antonio. La conversación se entabló alegre, indiferente. El conde guardaba, sin embargo, un resto de turbación.

Escudero puso a disposición de su esposa y de su hija una cantidad respetable, la cargó en sus libros y no volvió a ocuparse del asunto.

Pero, mujer... Hombre, me aparté un momento, y ya sabes lo que son las criadas. ¡Qué lástima que este pavo no haya estado media hora más al fuego! se puso algo tarde. ¿No les parece á ustedes que está algo ahumado este estofado? ¿Qué quieres? una no puede estar en todo. ¡Oh, está excelente, exclamábamos todos dejándonoslo en el plato, excelente! Este pescado está pasado.

Ramiro se puso en pie bruscamente. ¿Qué había escuchado? ¡Vender los retratos de sus mayores!

Y en lo de mi partida, sea luego; que yo no tengo más voluntad que la vuestra: disponed vos de a toda vuestra guisa y talante; que la que una vez os entregó la defensa de su persona y puso en vuestras manos la restauración de sus señoríos no ha de querer ir contra lo que la vuestra prudencia ordenare.

Cerró las puertas de su casa, subió a caballo, y con desmayado aliento se puso en camino; y, apenas hubo andado la mitad, cuando, acosado de sus pensamientos, le fue forzoso apearse y arrendar su caballo a un árbol, a cuyo tronco se dejó caer, dando tiernos y dolorosos suspiros, y allí se estuvo hasta casi que anochecía; y aquella hora vio que venía un hombre a caballo de la ciudad, y, después de haberle saludado, le preguntó qué nuevas había en Florencia.

Con esta salvedad de su madre se puso Lita muy colorada, y quiso enmendar lo que pudo haberme parecido impertinencia suya; y yo, sin dejarla concluir, la allané el camino de sus deseos ofreciéndola por añadidura una declaración, no desprovista de sinceridad, de mis grandes desencantos.