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Yo tengo el valor de declarar, por lo que a concierne, que casi siempre que me veo en esos trances, entro a destiempo y desafinado, y que cuanto más me empeño en enmendar las pifias, peor lo pongo. Pero válgame el consuelo de que llevo vistas mayores torpezas que las mías y hasta enormes inconveniencias y sandeces donde menos eran de esperarse por la calidad refinada de los actores.

Esto obligó á otro PEDRO HISPANO mas moderno, Clérigo y Teólogo insigne, á enmendar las Súmulas, cuya obra ilustró con Comentarios muy buenos y muy breves nuestro PEDRO CIRUELO, natural de Daròca y Canónigo de Salamanca, uno de los hombres mas bien instruidos en todo género de buenas letras, que tuvo el siglo décimosexto.

Podrá ser excusable que un hombre rudo, solo acostumbrado á los fenómenos de la sensibilidad, y que jamás ha descendido á las profundidades del alma en la esfera intelectual pura, al hablarse de un espíritu, de una causa, de una substancia, pregunte sencillamente ¿qué es esto? y exija que se le exponga lo insensible bajo una forma sensible; pero quien se precia de enmendar la plana á todos los filósofos antiguos y modernos, quien desde la inaccesible altura de su sabiduría trata con desden tan soberano, todos los discursos que hasta entonces se habian mirado como concluyentes, debiera producir otros títulos de su superioridad, que el decir: no se concibe la posibilidad de un tal modo de existencia; no tenemos intuicion interna de eso permanente de que hablais; el yo no es mas que la conciencia de mi pensamiento. ¿Y qué? se necesita mas que esta misma conciencia para demostrar lo que nos proponemos?

Entró dentro, con todo su acompañamiento, y vio tirar en una parte, corregir en otra, componer en ésta, enmendar en aquélla, y, finalmente, toda aquella máquina que en las emprentas grandes se muestra. Llegábase don Quijote a un cajón y preguntaba qué era aquéllo que allí se hacía; dábanle cuenta los oficiales, admirábase y pasaba adelante. Llegó en otras a uno, y preguntóle qué era lo que hacía.

Comprendió Ituriel el emblema, y se determinó á no tratar ni siquiera de enmendar á Persepolis, y dexar que anduviera el mundo como anda, diciendo: Si no todo es bueno, á lo ménos todo es tolerable. Subsistió pues Persepolis; y Babuco estuvo muy distante de quejarse, como hizo Jonas que se enfadó porque no fué destruida Ninive.

De manera, que aunque se les ofreció en general el tiempo de gracia y misericordia, ni la misericordia les valió, ni la gracia, para que se convirtieran de veras y con constancia, pues desde aquellos tiempos en que escribe como testigo de vista, que fueron treinta y cuatro años, dice, nunca pudo cesar la Inquisición sobre su obstinación y perfidia, relajando en varias ocasiones a muchos relapsos o pertinaces al brazo seglar para ser quemados vivos y muchísimos expuestos a la vergüenza, condenados a cárcel perpetua y confiscación de sus bienes, sin quererse enmendar jamás, verificándose en ellos lo de Jeremías.

, señor: algunas cosillas ha dejado en blanco, porque no tiene allí más diccionario que el de Sobrino... y... ... Usted tendrá la bondad de enmendar lo que no le parezca bien; y como usted entiende eso de darla al teatro... y las diligencias que hay que practicar... ¡Ah! ¿Usted quiere que se represente? Sin duda... le diré a usted: el dinerillo que saque es para él...

En Filipinas faltaban apellidos y hubo que crearlos; en cambio hasta fecha no remota no existió en aquellos archipiélagos quien se llamara Silvestre, por la sencilla razón de que el rumbo de los primeros navegantes borró un día del almanaque; así que en Filipinas el mes de Diciembre no tenía mas que treinta días, necesitándose que Madrid y Roma intervinieran para enmendar ese desaguisado que á la marcha de los tiempos llevó el libro de bitácora de Legaspi.

BERGANZA. Yo tomaré tu consejo, y esperaré con gran deseo que llegue el tiempo en que me cuentes tus sucesos; que de quien tan bien sabe conocer y enmendar los defetos que tengo en contar los míos, bien se puede esperar que contará los suyos de manera que enseñen y deleiten a un mismo punto.

¿Qué choque? preguntó el Duque, por cuyos amortiguados ojos pasó un relámpago siniestro. Doña Paula adivinó un peligro para su yerno, y se apresuró a enmendar la imprudencia.