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Percibir con claridad, exactitud y viveza, juzgar con verdad, discurrir con rigor y solidez, aquí las tres dotes de un pensador; examinémoslas por separado, emitiendo sobre cada una de ellas algunas observaciones. ¿Qué es una idea? No nos proponemos investigarlo aquí. ¿Qué es la percepcion en su rigor ideológico? Tampoco es este el blanco de nuestras tareas, ni conduciria al fin que deseamos.

Ah! la bondadosa Providencia habrá colocado al borde de la tumba aquellas santas inspiraciones, como heraldos que nos avisarán de que íbamos á pisar los umbrales de la eternidad!.... Una clasificacion de acciones. Los actos prácticos del entendimiento son los que nos dirigen para obrar: lo que envuelve dos cuestiones: cuál es el fin que nos proponemos, y cuál es el mejor medio para alcanzarle.

Así lo entiende el uso comun; y para lo que nos proponemos, esto nos basta. La falsedad del juicio depende muchas veces de la mala percepcion; así lo que vamos á decir, aunque directamente encaminado al modo de juzgar bien, conduce no poco á percibir bien. La proposicion es la expresion del juicio.

Podrá ser excusable que un hombre rudo, solo acostumbrado á los fenómenos de la sensibilidad, y que jamás ha descendido á las profundidades del alma en la esfera intelectual pura, al hablarse de un espíritu, de una causa, de una substancia, pregunte sencillamente ¿qué es esto? y exija que se le exponga lo insensible bajo una forma sensible; pero quien se precia de enmendar la plana á todos los filósofos antiguos y modernos, quien desde la inaccesible altura de su sabiduría trata con desden tan soberano, todos los discursos que hasta entonces se habian mirado como concluyentes, debiera producir otros títulos de su superioridad, que el decir: no se concibe la posibilidad de un tal modo de existencia; no tenemos intuicion interna de eso permanente de que hablais; el yo no es mas que la conciencia de mi pensamiento. ¿Y qué? se necesita mas que esta misma conciencia para demostrar lo que nos proponemos?

Troquemos ahora los vértices en representaciones y veamos lo que resulta. ¿Se las supone existentes sin mas lazo que su coexistencia? entonces no forman un pensamiento, sino un conjunto de fenómenos que podrá ser considerado como una reunion de cosas, pero como un pensamiento; en tal caso el conjunto de todas las representaciones será semejante al conjunto de los movimientos, pero no producirá ningun resultado para el objeto que nos proponemos.

Al comparar entre los radios de un círculo, sacamos su igualdad por el método de superposicion, prescindiendo de la idea de número; pero si nos proponemos conocer la relacion del diámetro á los radios, nos valemos de la idea de dos diciendo que el diámetro es duplo del radio, y entramos otra vez en los dominios de la aritmética.

Mejor lo tenía yo pensado. En esto de ver las cosas como son y conseguir lo que nos proponemos, me parece que nadie saca ventaja a los que hemos nacido en los valles pintorescos de Galicia. Ya diré más adelante lo que mi mente, apretada por la necesidad, urdió para alcanzar lo que apetecía.

Nos proponemos por ejemplo, pensar en la causalidad: es claro que en esta idea tomada en abstracto, no debe ni puede entrar ninguna representacion sensible; y no obstante, por mas que nos esforcemos, la representacion nos ocurre: ora será la misma palabra causalidad, escrita ó hablada; ora la imágen de un hombre que ejecute alguna cosa; ora la de otro agente cualquiera; pero nunca podremos deshacernos de toda representacion sensible.

No nos proponemos esponer su historia terapéutica, ni estudiarle en su accion mecánica ó como vesicatorio, accion con la que se cubren las indicaciones de los métodos derivativos, revulsivos, y que con mas frecuencia quizá produce efectos especiales por su accion dinámica.

La mayor parte de las veces parece que, en lugar de interesar al lector y recrear su espíritu, nos proponemos acabar con su paciencia. La composición es el escollo en que tropiezan la mayor parte de los autores de novelas.