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Lo que está delante de nuestros ojos, lo que nos afecta en la actualidad, aquí lo que comunmente decide de nuestros actos y aun de nuestras opiniones.

Las proscripciones perpetradas por el fanatismo religioso, la opresion política y civil, las absurdas leyes fiscales y económicas y los actos de pillaje ejecutados en los tiempos de guerra política sombría que personificó tan terriblemente en los Países-Bajos el odioso duque de Alba, diezmaron la poblacion de Ambéres, estancaron la industria y el comercio é hicieron de esa opulenta ciudad casi una ruina.

Tal vez era esto lo más profundo en la fe religiosa de Ana; creía en una atención directa, ostensible y singular de Dios a los actos de su vida, a su destino, a sus dolores y placeres; sin esta creencia no hubiera sabido resistir las contrariedades de una existencia triste, sosa, descaminada, inútil.

Aunque sea verdad que nosotros no conocemos las substancias finitas, sino en cuanto se nos revelan por los accidentes, y hasta nuestro mismo espíritu no se conozca á propio sino por sus actos, la razon nos dice que las cosas para ser conocidas, es necesario que existan, y que para que nuestro entendimiento halle en las mismas algo permanente, es preciso que ese algo esté en ellas.

Tocante á los actos de nuestra alma, que nos son dados en intuicion, en el sentido íntimo, no cabe duda de que son perfectamente simples. ¿Quién es capaz de descomponer una percepcion, un juicio, un raciocinio, un acto de voluntad?

Mil lances extraños y no pocos actos de inaudito arrojo habían dado a Pedro Lobo fama de hábil y astuto capitán y de valeroso soldado, sirviendo, durante seis años, en la República Oriental del Uruguay, en favor de Rosas y a las órdenes de Oribe.

Veía á los niños del pueblo ora sobre la hierba que crecía en las aceras de las calles, ya en los umbrales de las puertas de sus casas, jugando de la manera que les permitía su educación puritana, esto es: jugando á ir á la iglesia; ó á arrancar cabelleras en simulacro de combates con los indios; ó bien asustándose mutuamente con algo en que trataban de imitar actos de hechicería ó brujería.

En efecto, todo raciocinio supone una sucesion de actos: cuando el uno existe en el espíritu, ya no existe el otro: luego hay necesidad de pequeños recuerdos continuos, para que la cadena no se quebrante: es así que sin esta cadena no hay raciocinio, y sin recuerdo no hay esa cadena, y sin verdad objetiva no hay recuerdo cierto; luego sin verdad objetiva no hay raciocinio.

Así que es indubitable, que nada hay en el entendimiento que no haya entrado por los sentidos, en quanto estos son las primeras puertas por donde entra en la mente la primera noticia de las cosas, y con la ocasion que de esto toman las potencias intelectuales, exercitando su natural fuerza, producen sus actos.

Su salud se mantiene delicada, y su moral parecía igualmente afectada para siempre. Parece convencido, como la mayor parte de la gente, de que su mujer, en lo tocante al capitán de Sontis, no tiene más culpa que haber bebido demasiado Sauternes, y haber fumado un habano, cuyo humo la había privado de la conciencia de sus actos.