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Y en no habiendo verdad objetiva, no se concibe que ningun objeto pueda tener ningun valor. De esto se infiere, que los que atacan la objetividad, atacan una ley fundamental de nuestro espíritu, destruyen el pensamiento, y arruinan hasta la conciencia, hasta todo lo subjetivo, que les servía de base.

Ya hemos visto como desaparece el yo, en rompiéndose la serie de los recuerdos, pero hay además, que sin verdad objetiva no os posible concebir el yo ni aun por un momento. El yo pensante, no conoce al yo pensado, sino como objeto. Sea que lo sienta, sea que lo conozca, para darse cuenta á mismo de mismo necesita reflexionar sobre mismo, tomarse á mismo por objeto.

A mi ver, en el drama del Sr. Hauptmann no quedan, con mayor realidad objetiva que el cuento de la Cenicienta, todas las esperanzas ultramundanas y todas las más altas verdades religiosas. Otro día analizaré el otro drama que he citado, que se titula El maestro de Palmira, y que aún me parece más extraordinario.

Esta no es comenzada sino porque es precedida; la anterioridad de la existencia que precede es una anterioridad de naturaleza; una anterioridad objetiva, una anterioridad que hace el comienzo de la existencia precedida; ella es pues la causa eficiente de esta existencia. Así el gran principio de la causalidad resulta invenciblemente demostrado: es una proposicion idéntica

Sin ningun antecedente, sin ninguna razon, sin tomarse siquiera la pena de indicar en qué se funda, asegura Fichte que el primer principio deberá expresar un acto. ¿Por qué no podria ser una verdad objetiva? esto merecia cuando menos algun exámen, ya que todas las escuelas anteriores, incluso la de Descartes, no habian colocado el primer principio entre los actos, sino entre las verdades objetivas.

aquí como conocemos el yo. La conciencia nos manifiesta su actividad pensadora; esta es la materia suministrada por el hecho; pero luego viene el principio, la verdad objetiva, iluminando el hecho, mostrando la repugnancia entre el pensamiento y la composicion, el enlace necesario entre la simplicidad y la conciencia.

La misma energía de Goethe para desprenderse de sus personajes, aunque los saque de su propio ser y para apasionarlos y moverlos, permaneciendo él impasible y sereno, le hizo preferir al poema narrativo, una forma más objetiva, perfecta e impersonal aún: el drama. En el drama el poeta desvanece por completo su personalidad.

La explicacion supone varias nociones cuya combinacion se expresa en el discurso; en el acto intelectivo no las hay: cuando se ha dicho pensar ó entender, se ha dicho todo. Esta simplicidad no se destruye por la multiplicidad objetiva; tan simple es el acto con que se percibe un solo objeto, como otro con que se comparan dos ó mas.

Allí confiesa que no puede dar un paso sin confiarse á todas las leyes de la lógica general, que no están todavía demostradas, y que se suponen tácitamente admitidas. ¿Y qué son esas leyes, sin verdad objetiva? Qué son sin el valor de las ideas, sin la correspondencia de estas con los objetos? Es un círculo, dice bien Fichte; y de él no sale este filósofo, como no han salido los demás.

Luego ateniéndonos simplemente á los fenómenos de la conciencia, á la simple conciencia del yo, encontramos que por indeclinable necesidad atribuimos á las ideas un valor objetivo, á los juicios una verdad objetiva. El recuerdo es de actos pasados: cuando los recordamos ya no son; pues si fueran, no habria recuerdo con respecto á ellos, sino conciencia de presente.