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D. Francisco, que siempre procuraba En el real servicio señalarse: Como supo que este indio se jactaba De ser Señor, acuerda de tornarse De Potosí, y al Cuzco se bajaba; Y sabiendo podia confiarse De Loyola, esta empresa le ha nombrado, Y en breve mucha gente le ha entregado.

El hombre acaba por llenar su cabeza con el abigarramiento de toda especie de lecturas; así es que sólo a la prohibición de aquellas que, aun agradables, pueden ser peligrosas, debe confiarse la conservación de las sanas creencias. Ha muerto en Mâcón M. Sigorgne, a la edad de noventa años. Como era un sabio, había sostenido correspondencia con J. J. Rousseau sobre la religión y sobre la filosofía.

El alma del hombre más indolente puede ser atraída y seducida por una tarea tan fácil; pero después en los días de prueba desfallece... Comprendía que sin dejar de gustarle Huberto no le daba la seguridad, la tranquilidad física y moral que impulsa a confiarse por completo a un ser, y esto era precisamente lo que hubiera querido encontrar en el compañero de su elección.

El prelado tornaba a preguntar si había meditado bien en su resolución, si la había tomado por algún respeto mundanal, herida de algún desengaño pasajero. María respondía que venía por su libre voluntad a confiarse y reposar en el seno del Amado de su alma. Todos los ejércitos de la tierra no la harían retroceder, porque su Dios la había hecho firme e inexpugnable, como la montaña de Sión.

Comienza, pues, Mendieta de cegarse, Vencido de zelillos y locura, De malos procurando acompañarse, Hallando en ellos corte á su hechura. No osaba de los buenos confiarse, Por ser de diferente compostura: A cuatro caballeros aprisiona, Y con mil vituperios los baldona.

Guardó silencio nuestro hermano mientras duró el mensaje, y tomando la carta vió que el verdadero padre de Juan, aunque con un sentido doble, por el cual aunque se hubiera perdido aquella carta no se hubiera perdido el secreto, le suplicaba enviase á Alcalá á hacer los estudios que más le agradasen á Juan, bajo la vigilancia del bachiller Gil Ponce, hombre de virtud y conciencia, en quien podía confiarse enteramente.

Podían, por fin, hablar sin reserva del pasado, confiarse todo lo que recíprocamente habían sentido y sufrido el uno por el otro, borrar los últimos lineamientos del terrible equívoco que por tanto tiempo los tuvo separados, y los mismos transportes de la pasión eran descoloridos detalles comparados al hechizo de estas mutuas confidencias, de estas horas de ternura.

En su orígen mas retirado, se derivan de un principio cuya legitimidad no puede ser establecida, sino bajo la condicion de que ellas sean justas. Hay un círculo, pero círculo inevitable. Y supuesto que es inevitable, y que lo confesamos francamente, es permitido, para asentar el principio mas elevado, confiarse á todas las leyes de la lógica general.

Don Paco, después de vagar en la soledad por espacio de dos días y después de tantas penas, emociones y lances, anheló para desahogo confiarse por completo con alguien. ¿Y con quién mejor que con el maestro de escuela, hombre de bien, sigiloso y tan excelente y desinteresado amigo, primero de Juanita y de él más tarde? La mujer del alguacil fue, pues, a llamar a don Pascual de parte de don Paco.

Acostumbrado Fray Miguel a disimular sus emociones, a no confiarse a nadie y a no desahogar confesándolo lo que tenía en su pecho, no mostraba en lo exterior ni para cuantos le rodeaban alteración ni cambio. Como además fijaba poco la atención y todos le tenían por persona menos notable de lo que era, nadie advertía el cambio imperceptible y lento que en él se había realizado.