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Los que ni por la acción ni por el pensamiento, revestido de una forma sensible, logran señalarse, pasan como sombras sin dejar rastro ni huella en el sendero de la vida y van a hundirse en olvidada sepultura, sin que nadie deplore su muerte y sin que nadie, al cabo de pocos años, y a veces al cabo de pocos días, se acuerde de que vivieron.

Bajó la escalera y salió a la calle, donde ya la esperaba su Cosme para acompañarla hasta casa. El día 9 de junio de 1860, debe señalarse con caracteres de oro en los fastos de la villa de Sarrió. Para ese día, socorrido de Alvaro Peña y de su hijo Pablo, don Rosendo Belinchón había rogado por medio de atento B.L.M. a sus convecinos que concurriesen por la tarde al local del teatro.

En cambio en el dulce y grave semblante de Clara no tardó en señalarse la inquietud y el tedio que tanta charla frívola, tanta frase picante le producían. Reynoso había hecho colocar la mesa para almorzar en una isleta que había en el centro de una de las dos charcas que en la gran finca adquirida por él y agregada al Sotillo existían.

D. Francisco, que siempre procuraba En el real servicio señalarse: Como supo que este indio se jactaba De ser Señor, acuerda de tornarse De Potosí, y al Cuzco se bajaba; Y sabiendo podia confiarse De Loyola, esta empresa le ha nombrado, Y en breve mucha gente le ha entregado.

Y como todos los seres contingentes pueden ser y dejar de ser, y aun puede señalarse un instante en que han comenzado, se sigue que la ciencia, ó sea el conocimiento de la naturaleza y relaciones de los seres, fundado en principios ciertos y evidentes, no tiene por objeto nada contingente en cuanto existe. Luego hay un mundo infinito de verdades fuera de la realidad contingente.

Al otro con su hija le casára; Ruy Diaz nunca fué de tal consejo, Y así con los leales se ha huido, Andando por los bosqués escondido. Había Diego de Abreu tomado La mano en señalarse con cuadrilla, Contradiciendo á Irala por alzado.

Marcada así esta línea hasta el rio Paraguay, que, segun el artículo 6.^o del mismo tratado, debia señalarse otra para los Portugueses, dejando competente espacio neutral entre ambas.

El hombre que no tiene mas guia que su corazon, es el juguete de mil inclinaciones diversas, y á menudo contradictorias: una lijerísima pluma en medio de una campiña donde reinan los vientos, no lleva las direcciones mas variadas é irregulares. ¿Quién es capaz de contar, ni clasificar, la infinidad de sentimientos que se suceden en nuestro pecho, en brevísimas horas? ¿Quién no ha reparado en la asombrosa facilidad con que se pasa de la viva afición á un trabajo, á una repugnancia casi insuperable? ¿Quién no ha sentido simpatía ó antipatía, á la simple presencia de una persona, sin que pueda señalarse ninguna razon de ello, y sin que los hechos ofrezcan en lo sucesivo motivo alguno que justifique aquella impresión? ¿Quién no se ha admirado repetidas veces de encontrarse transformado en pocos instantes, pasando del brio al abatimiento, de la osadía á la timidez ó vice-versa, sin que hubiese mediado ninguna causa ostensible? ¿Quién ignora las mudanzas que los sentimientos sufren con la edad, con la diferencia de estado, de posicion social, de relaciones familiares, de salud, de clima, de estacion, de atmósfera?

La Celestina, tragicomedia de Calixto y Melibea, es el título de un libro que apareció en Salamanca en el año de 1500, y uno de los más célebres de la literatura española. Esta extraña producción, semi-dramática y semi-novelesca, fué compuesta por dos escritores. El nombre del primero, que trazó su plan fundamental, aunque sólo escribiera un acto, no puede señalarse con entera evidencia.

Asimismo procuran inculcar en la mente del vulgo un concepto fantástico de las enormes dificultades de su arte, suponiendo que para vencerlas son menester requisitos muy singulares, por donde, en ocasiones, el escritor o el artista que así quiere señalarse, incurre en pueril pedantería o en charlatanismo a la Dulcamara.