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Y esto, no por otra razón, según decían, sino porque don Roque solía encargar a los pilotos amigos un vino del Rivero, tan exquisito, que nadie dejaría de beberlo, aun a riesgo de quedarse mudo. El jefe superior civil de la villa salía todas las tardes de su casa solo, en la apariencia, en realidad gratamente acompañado.

Cuando D. Benigno manifestó su propósito de ir a Madrid el día venidero, Primitivo le anunció con oficioso pesimismo que probablemente encontraría las tropas insurreccionadas en las calles, la anarquía imperante, y la villa entera, la Corte y la monarquía, dadas a todos los demonios.

Con la riqueza habían llegado los hombres negros, que se hacían los amos de todo, que se apoderaban de las conciencias, acabando por poner sus manos en los bienes materiales. Si la riqueza de la villa se agotara de pronto, aquellas aves de tristeza levantarían el vuelo hacia otros países. El suelo sería más pobre, pero renacería en él como planta de consuelo la alegría de la vida.

Había pensado saludar á ustedes á su paso por la villa, pero tuve la mala fortuna de llegar á la plaza precisamente en el momento de arrancar el carruaje que estaba detenido frente á la tienda de D. Marcelino. Al pronunciar estas palabras sonrió con beatitud, y los condes siguieron su ejemplo. No por ser lejanas dejan de ser bonitas.

Andrés se puso triste repentinamente, y caminaron en silencio hasta llegar a la posada, que estaba a la salida de la villa. Fueron a la cuadra, enjaezó Celesto los caballos, sacáronlos fuera. ¡En marcha, en marcha!... No; todavía no. Celesto no se siente bien del estómago, y se hace servir una copa de ginebra, que bebe de un trago, como quien vierte el contenido en otra vasija.

Tener que decir: «no hemos salido este verano» era una declaración de pobreza y cursilería que se negaban a formular los aristocráticos labios de la hija de los Pipaones y Calderones de la Barca, de aquella ilustre representante de una dinastía de criados palatinos. ¡Si al menos fueran unos diítas a la Granja, donde Su Majestad les proporcionaría algún desván en que meterse y donde podrían darse un poco de lustre, aunque sólo llevaran por equipaje unas alforjas con ración de tocino y bacalao, como los paletos cuando van a baños...! Pero no, aquel califa doméstico rechazaba indignado toda idea de perder de vista la Villa y Corte, hablando pestes de los tontos y perdidos que veranean con dinero prestado, y de los que se pasan aquí tres meses a cuarto de pitanza por el gusto de vivir unos días en fondas y darse importancia poniendo faltas a lo que les dan de comer en ellas.

En pocos minutos se formó un grupo de veinte o treinta en la punta del paredón. ¿Quién era? ¿Le conocías? preguntaban al que le había visto. Me parece que era don Gonzalo. ¿El alcalde? . Sería muy bien, sería muy bien... ¡Reterroías mujeres! La nueva se esparció instantáneamente por la villa. Acudió al muelle una muchedumbre de gente.

Ferpierre, desconcertado y confuso ante aquel misterio, discutía estas y otras cuestiones con el juez de paz en la villa, la misma tarde de la catástrofe, después de haber ordenado la traslación del cadáver a la sala de autopsias, y el embargo de todos los papeles que se encontraron en la villa Cyclamens.

Bendiga usted a esta su hija, mi buen señor cura, y deséele prudencia y salud. Máximo a Su hermano. 5 de septiembre. La de Grevillois y su hija se han instalado en la «Villa del Lys», y Luciana ha bosquejado ya el retrato de la «patronacomo llamamos a la Marquesa. Creo que está muy parecido, demasiado casi, y preveo que a Luciana le costará trabajo contentar a su modelo.

Tomada esta determinacion, hizo el General llamar á D. Joaquin Antonio de Orellana, así para que espusiese el estado en que se hallaban las provincias confinantes, con la ciudad de la Paz, como para que dijese, si conceptuaba podia conservar en adelante la villa de Puno con el auxilio de 100 fusileros, que era todo lo que podia dejarle: pero este esforzado y valeroso comandante, tocando en su guarnicion los mismos defectos que habia causado la prodigiosa diminucion de aquel ejército, y que no estarian libres de ellos aquellos 100 hombres que se le ofrecian, dijo: que atendidas y bien reflexionadas las dificultades que se presentaban, y la fermentacion en que estaban aquellas inmediatas provincias, graduaba imposible la conservacion y subsistencia de Puno con solo aquel refuerzo, ó al menos que él no se hacia responsable de la continuacion de su defensa: y considerando por otra parte el General D. José del Valle que no podia desmembrar mas el número de sus tropas, para atender á las urgencias que podian ocurrirle en la retirada que se habia determinado, se vió en la dura necesidad de resolver y mandar el abandono de aquel pueblo, que por tanto tiempo habia frustrado cuantos esfuerzos hicieron los rebeldes para espugnarle; y consecuente á ello se dieron las órdenes para que saliese la guarnicion y vecindario, dándoles tres dias de tiempo para evacuarle: término que aun se minoró despues, reduciéndolo á dos solamente.