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El Rey partió con sus tropas; pero antes se despidió de la señora Reina con mucho afecto. Esta, dándole un abrazo, le dijo al oído: No se lo digas a nadie para que no se rían si mis esperanzas no se logran, pero me parece que estoy en cinta.

A menudo, no obstante, por muchos y muy preciosos datos que un historiador acumule y ordene, los lectores, aunque sean muy entendidos, no logran formar juicio y dictar sentencia. Contrario al del novelista es el método que el historiador sigue.

A estos Isituús invoca la gente en las pescas, incensándolos con humo de tabaco, de que usan para aturdir los peces, y si logran buena pesca, agradecidos al beneficio van al templo y les ofrecen alguna porción de pescado con los mismos ritos que á los otros dioses. Tales deidades y tal religión tienen sacerdotes semejantes.

Ruega la ninfa, se irrita, está a punto de llorar; pero ni su enojo ni sus lágrimas consiguen ablandar el corazón empedernido de los infames sátiros. Por fin se resigna a descender y, aunque toma muchas y castas precauciones, éstos logran ver un pie deliciosamente calzado y un nacimiento de pierna que les hace rugir de gozo.

Entonces todas sus más poéticas aspiraciones, todos sus afectos más puros y hasta sus naturales apetitos, nunca satisfechos, de goces materiales, de bienestar y de reposo, y todas sus esperanzas, se cumplen y se logran de un modo ilusorio, en el delirio que precede á la muerte.

Una traducción espiritual, una imitación bien hecha, un arreglo hábil, aunque no sean obras de genio, no dejan de ser obras de buen gusto y de talento; y después, si no satisface este lote, que es el patrimonio de todos los hombres distinguidos, si se encuentran estrechas las filas sobre las cuales se elevan unos pocos genios dotados del más raro de los privilegios, si se está provisto de una de esas presunciones robustas que consideran usurpadas todas las glorias cuyas alturas no logran alcanzar, hay un recurso aún, ejemplo Aristóteles, La Harpe y Marmontel; se puede clamar contra la barbarie y la estupidez al borde del camino de los triunfadores; y queda aún el medio de refugiarse, como Aquiles, en su tienda, en los honores de la Academia: esto es un gran consuelo.

Dígolo a tanto de que pudiera ocurrir con algunos economistas lo que con ciertos filólogos que estudian un idioma, pongo por caso, el chino o el árabe, tan por principios, con tal recondidez gramatical y tan profundamente, que luego nadie los entiende, ni ellos se entienden entre , ni logran entender a los verdaderos chinos y árabes de nacimiento, contra los cuales declaman, asegurando que son ignorantes del dialecto literario o del habla mandarina, y que no saben su propio idioma, sino de un modo vernáculo, rutinario y del todo ininteligible para los eruditos: pero lo cierto es que por más que se lamenten, quizás con razón, no sirven para dragomanes.

La pasmosa facilidad de comunicaciones, los ferrocarriles, el telégrafo y el teléfono, que llevan a escape mercancías y personas de un extremo a otro de la tierra, y que transmiten y comunican el pensamiento y la palabra con la rapidez del rayo, no logran aún, ni lograrán nunca, identificarnos, desteñirnos, digámoslo así, y hacer que perdamos el sello característico de casta, lengua, nación y tribu que cada cual tiene.

La clara nitidez del cielo poblado de estrellas, el silencioso apartamiento del bosque, la belleza y la gala de los campos floridos, todo embelesa mi alma, todo hasta cierto grado la enamora, pero todo deja en ella inmenso vacío, que sólo otra inteligencia y otra voluntad, humanas o divinas, iguales o superiores a mi voluntad y a mi inteligencia, pueden llenar si me acuden; si prueban el afán que yo pruebo y si logran infundirse en el abismo de mi pensamiento, compenetrándole, fundiéndose con él y haciéndose con él uno solo.

De malísimo humor volvió aquella noche al Grand Hôtel el tío Frasquito: había aguantado dos horas el aristocrático aburrimiento del Círculo de la Unión, sancta sanctorum del Faubourg Saint-Germain masculino, en que tan escasos profanos logran entrada franca, y es, por lo mismo, objeto codiciado por todos los vanidosos ilustres.