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Y como hoy todo es vulgo, leyes inclusive, deduzca usted por consecuencia hasta el correccional de que le hablé antes. No puedo deducir esto tan fácilmente como usted cree respondí a Neluco, porque no estaba yo conforme en que las cosas anduvieran tan mal como él las pintaba.

Era muy capaz de un sentimentalismo vago que, como esas mujeres, tomaba por exquisita sensibilidad, casi casi por virtud. Pero esta virtud para damas se rige por leyes de una moral privilegiada, mucho menos severa que la desabrida moral del vulgo.

Pero, considerándome yo como vulgo, como profano, todavía he creído que, si no útil, al menos podría ser entretenido y curioso el exponer lo que cavila el vulgo, lo que alambica y divaga sobre el particular. Así es que me he hecho eco fiel del vulgo en esta meditación, adornándola con algunas sentencias morales sacadas de la lectura de los filósofos.

Shakspeare, dicen, es inconcebiblemente sabio: los demás sabios que ha habido en el mundo dejan al menos que su sabiduría se conciba. Shakspeare ni esto deja. En punto a facultad creadora Shakspeare es único. No se puede imaginar nada mejor. Shakspeare está más por cima de Milton, Cervantes o el Tasso, que éstos del vulgo.

En vista, además, de la flaqueza y pasiones bajas de la plebe humana, la moral religiosa no ha podido revelarse tampoco, al menos como precepto, con toda su austeridad y firmeza: ha necesitado transigir un tanto para que el vulgo la acepte, se conforme y se someta.

De donde es necesario que concluyan: Que prohibir la divina Escritura en lengua vulgar no se puede hacer sin singular injuria de Dios, e igual daño a la salud de los hombres, lo cual es pura obra de Satanás y de los que él tiene a su servicio. Miren lo segundo, que hacen gran vergüenza a la misma Palabra de Dios en decir que los misterios que contiene no se hayan de comunicar al vulgo.

Ya vería ella qué marido tenía, qué ser superior, qué persona tan extraordinaria. Hay una moral gruesa, la que comprende todo el mundo, incluso los niños y las mujeres. Hay otra moral fina, exquisita, inapreciable para el vulgo: es la que sólo pueden gustar los paladares muy sensibles... Vamos allá. «Preparémonos a oír tus papas» dijo ella.

De qualquiera asunto que se hable, en todo entiende. Este es el lenguage del vulgo en la calificacion de los sugetos.

El pobre vulgo no sabía lo que le había sucedido: pasó esto, y hice mi entremés de bobo, dije la coleta del huevo, y llegóse el punto de matar al triste Abel, y olvídaseme el cuchillo para degollarle, y quítome la barba y degüéllole con ella. Levántase la chusma, y empieza á darnos grita; supliquéles perdonaran nuestras faltas porque aún no había llegado la compañía.

Rafaela era poco campestre. Rara vez iba a la chácara. Y como D. Joaquín iba a menudo y pasaba en ella tres o cuatro días seguidos y en ocasiones hasta una semana, el vulgo malicioso murmuraba que, durante estas ausencias, Rafaela usaba y hasta abusaba de la libertad en que la dejaba su marido.