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Doña Lupe, que se pintaba sola para estas cosas, recorría diariamente las almonedas anunciadas en La Correspondencia, adquiriendo gangas y más gangas. La cama de matrimonio fue lo único que se tomó en el almacén; pero doña Lupe la sacó tan arreglada, que era como de lance. Y no sólo tenían ya casa y muebles, sino también criada.

Habían dado en la imprudencia de llevar luz a la habitación, y en las vidrieras del mirador se pintaba, junto al de las otras doncellas, el bulto de Lisarda, que por ser tan semejante en el aire y en la forma de la persona a mi madre, como ya os he dicho, don Baltasar creyó, y creyéronlo los amigos que le acompañaban, que no era doncella que a mi madre en el bulto se parecía, sino que era mi madre misma la que, acompañada de sus doncellas, en el mirador estaba oyendo la música.

Cuando descomponíamos un reloj o rompíamos una pulsera o cualquier otro objeto, Blanca y yo decíamos: Cuando venga Pablo, lo compondrá. Pintaba a menudo y nos enseñaba sus trabajos. Es el único punto en que nunca hemos podido estar de acuerdo.

¡Oh! ¡Si yo estuviera en su lugar me decía con frecuencia rechinando los dientes, cuando Marta se lamentaba y me pintaba todo lo que tenía que sufrir en sus relaciones, cómo les mostraría la puerta a esos lonjistas fríos y altaneros; cómo los haría arrastrarse a mis pies, en el polvo, domados con el látigo de mis sarcasmos y de mi desdén! Pero también tomaba parte en sus pequeños goces.

Y todavía creemos que andaba su esposo algo exagerado en este punto; porque doña Martina supo muy bien, al cabo de pocos años, recibir a los amigos de su esposo con dignidad, ya que no con distinción, y supo también preparar una mesa con elegancia y pasear en carretela por la Castellana sin ir rígida e incómoda en el asiento; aprendió igualmente a no dormirse en el Teatro Real y a saludar a sus amigas desde lejos abriendo y cerrando repetidas veces la mano; ofrecía la casa bastante bien, aunque siempre con las mismas frases; se enteraba de las últimas modas y se las aplicaba; se echaba polvos de arroz y se pintaba las cejas cuando iba a algún sarao; por último, aunque con marcado acento español, había llegado a hablar medianamente el francés.

Tan pronto le pintaba un amor platónico, espiritual, sin pizca alguna de sensualidad, como, abriendo la válvula a lo que, en realidad, dentro de pasaba, aparecía subyugado, rendido por sus ojos excitantes y su figura de estatua griega. Unas veces me inclinaba a la melancolía y hablaba de la muerte y casi se me saltaban las lágrimas.

Y después de esta primera noche, las pasó todas en el estudio. Julio acabó por admirarle como un reflejo de su personalidad. ¡Lo que sabía aquel Argensola, venido de Madrid en tercera clase y con veinte francos en el bolsillo para «violar á la gloria», según sus propias palabras! Al ver que pintaba con tanta dureza como él, empleando el mismo dibujo pueril y torpe, se enterneció.

El origen debía de ser también acto de amor; no había motivo racional para suponer un momento en que los ascendientes amaran menos al hijo que este al suyo.... Bonifacio se había vuelto un poco hacia la pared; la luz, colocada en la mesilla de noche, pintaba el perfil de su rostro en la sombra sobre el estuco blanco.

Modelo de cristiana humildad para con Dios, Lucía era tan orgullosa o más orgullosa que yo en sus relaciones con el prójimo, salvo que mi vileza primitiva había cortado las alas de mi orgullo y su orgullo tenía alas, aunque estaba herido por mi culpa y por mi vergüenza. Una tristeza dulce y al parecer sin causa se pintaba en su rostro desde que salió del convento.

Y no vale alegar en disculpa de Felipe IV que, no honrándole de otro modo, participó de un error común a sus contemporáneos. Lo que no deja de tener gracia es que casi todos los personajes que contribuyeron a la citada información pensaron lisonjear al Rey consignando que S. M. también pintaba.