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¡Granada, mi Granada! yo soy tu peregrino que vago en lo pasado, buscando gloria y fe: yo tengo entre sepulcros abierto mi camino, é impúlsame potente la mano del destino, á recibir aliento de lo que grande fué.

Aquella exclamación era un grito de afecto, de entusiasmo, y a la vez de un vago remordimiento que jamás había podido desechar de . ¡Qué buena eres! ¡qué buena eres! repitió con lágrimas en los ojos. Lo que has hecho aquella noche... ¡Oh! eso no lo hace nadie... ¡Nadie!... Una santa que bajase del cielo no lo haría... Ninguno de los que vivimos a tu lado merecemos besar el polvo que pisas...

La imagen interior lo mismo que la anterior palidecían al mismo tiempo como si todo aquel pasado resucitado por casualidad volviese a entrar en el mismo instante y para no volver a salir, en el vago desvanecimiento de la noche y del olvido.

Pues en verdad que esta vez han dado salto en vago, que yo confío en el buen discurso de mi señor, que habrá considerado que ni yo tengo requesones, ni leche, ni otra cosa que lo valga, y que si la tuviera, antes la pusiera en mi estómago que en la celada. -Todo puede ser -dijo don Quijote.

Vago perfume de mejorana y de cantueso subía de los barrancos. Era una tarde calurosa y calma. El cielo, el valle, el caserío, todo se pintaba de púrpura diluida. El mismo ciprés embermejaba hacia el poniente su follaje negruzco.

Ahí quedaban: la tumba de mi padre, las tradiciones de familia, la ceniza del hogar, las dulces memorias, los caprichos y los locos amores de la juventud, los amigos, la fortuna, la libertad, el aire, el cielo, los mil rumores vagos y confusos, y todo ese adorable conjunto de impresiones y sueños, de pesares y recuerdos, de infortunios y dichas, que se llama la Patria!... Todo eso quedaba atras, como sepultado en un panteon cuya portada era Honda! ¿Y adelante?... Lo vago y desconocido, lo infinito y maravilloso; eso que el corazón acaricia en sus sueños de esperanza, y que la duda cubre con sus sombras cuando el viajero se dice: ¡quién sabe!

Si hago ruido, pensó y ésta idiota de mujer llama, puedo ser conducido al puesto de policía. No arriesguemos el tener que entrar en explicaciones. Permaneció todavía un instante escuchando á través de la puerta y le pareció oir como un vago rumor de respiración.

La buscaba sin darse cuenta de ello; la echaba de menos sin sospecharlo; deseaba verla y hablarla del modo indeterminado y vago con que desea la dicha el acostumbrado a la amargura.

No acertaba a explicarse la causa, mas por nada del mundo se hubiera valido de tal medio. ¿Escribirle? Al imaginarlo, no fue temor de herirle lo que cruzó por su imaginación, sino algo como miedo vago, pudor mortificado por mismo.

Era muy capaz de un sentimentalismo vago que, como esas mujeres, tomaba por exquisita sensibilidad, casi casi por virtud. Pero esta virtud para damas se rige por leyes de una moral privilegiada, mucho menos severa que la desabrida moral del vulgo.