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Empieza estudiando detenidamente al hombre en su doble naturaleza física y moral, internándose con paso firme en el campo de la Antropología. Su talento esencialmente analítico va arrancando a la materia las secretas leyes por que se rige, y más tarde al espíritu los vagos y complejos impulsos que le animan.

Los motivos que alegan ustedes para suponer que ha sido víctima de un acto infame, son muy vagos, como deben ustedes mismos reconocerlo, y, según mi entender, la única base verdadera que tienen para estas sospechas es el robo de ese documento, objeto o lo que sea, que llevaba consigo.

Marchaba distraído, con la mirada perdida en las nieblas del horizonte, absorto en vagos y tristes pensamientos. Los celos le tenían asida el alma desde el encuentro que por la noche tuviera con Octavio. Mas era su amor tan tímido, á pesar de las victorias alcanzadas, que no osaba decir una palabra de tal escena á la condesa.

Los prefectos los pidieron a su vez a los pueblos, y como éste es pequeño, su gente muy honrada y laboriosa, la autoridad sólo exigió al alcalde que le mandase a los vagos y viciosos. Ya conoce Vd. la costumbre de tener el servicio de las armas como una pena, y de condenar a él a la gente perdida. Es una desgracia.

Bien lo creo, dixo Micromegas, porque en nuestro globo tenemos cerca de mil sentidos, y todavía nos quedan no qué vagos deseos, no qué inquietud, que sin cesar nos avisa que somos chica cosa, y que hay otros seres mucho mas perfectos.

Pasó la mañana sin los vagos temores y las preocupaciones supersticiosas de otras veces.

Algunas noches oía lejanos y vagos, al través de los gruesos muros, lamentos y sollozos en las mazmorras inmediatas. Una mañana le despertaron varios truenos, a pesar de que un rayo de sol se filtraba por el ventanillo. Oyendo a los carceleros en el inmediato corredor, comprendió el misterio. Habían fusilado a algunos de los presos. Luna acogía como una felicidad la esperanza de la muerte.

Esto no lo sabía nadie... ni él mismo quizá de un modo cabal... Nadie más que Cecilia, cuyos ojos de zahorí enamorada, leían claramente los pensamientos más vagos que cruzaban por la mente de su cuñado. Este manifestaba por ella una predilección tan afectuosa, tal entusiasmo y veneración, que era muy fácil confundir con el amor.

No me decía quién era la persona que en adelante llamaría su compañera y objeto de su existencia, en espera de otros deberes que en lo porvenir veía y a los cuales sonreía codicioso. Comenzó su relato en términos tan vagos que al principio no comprendí bien cuál era exactamente la calidad de aquellos vínculos que le hacían a la vez tan preciso en cuanto a esperanzas y tan mentalmente dichoso.

El joven Belinchón, con la preciosa cabeza inclinada hacia atrás, esperó radiante de majestad que se le despojase de la sombra negra que manchaba sus mejillas. Tenía los ojos cerrados blandamente para mejor percibir los vagos y poéticos pensamientos que cruzaban por su cerebro. Siempre que volvía de la cuadra traía la cabeza repleta de ideas.