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El comercio acreditado, sólido y a la antigua, que se cobijaba en obscuras tiendas, experimentaba esa inquietud que la justicia española despierta siempre en los hombres honrados, de tranquilas costumbres. ¡Qué aspecto el de Las Tres Rosas! Parecía la tienda un ser animado que acogía la desgracia con un gesto de resignado dolor. La puerta estaba sin adorno.

Todos los del contorno pasaban por el camino con dirección á la barraca de Pimentó. Se veía en torno de ella un hormiguero de hombres... y todos con la cara fosca, hablando á gritos, entre enérgicos manoteos, lanzando tal vez desde lejos miradas de odio á la antigua barraca de Barret. Su marido acogía con gruñidos estas noticias. Algo le escarabajeaba en el pecho causándole hondo daño.

En estas revelaciones era natural que le guiase un espíritu de rencor, y que acreditase, en cuanto le era posible, el plan de usurpacion que se atribuia á los Jesuitas. Valdelirios, que estaba prevenido contra ellos, sobre todo despues de la insurreccion de sus pueblos, acogia con deferencia estas especies; y alentado Ibañez por esta proteccion, atacò con mas descaro á sus antiguos hermanos.

María Teresa quedó desagradablemente sorprendida de la manera como hablaba su novio, de la ligereza con que acogía sus inquietudes, y respondió: ¿Acaso se sabe el nombre de una enfermedad que comienza? Casi todas principian con los mismos síntomas. El médico mismo, no puede decir nada. Espere, entonces, para manifestar tales alarmas.

En el cenador, donde había visto a su padre en otra época, casi inmóvil por la vejez, voceando a su hijo mayor, que acogía resignado todas sus indicaciones, encontraba ahora a la tía Tomasa haciendo calceta y siguiendo con ojos vigilantes el trabajo de un mocetón que había tomado a su servicio. La tía de Gabriel era la persona más importante de las Claverías.

El prelado acogía con sonrisas la franqueza enérgica de la buena mujer. Usted siempre será don Sebastián para continuó . Cuando me dijo que no le llamase Eminencia y todos esos tratamientos que le da la gente, lo agradecí más que si me hubiese regalado el manto de la Virgen del Sagrario.

Sebastián conocía sus amores con doña Sol, la había visto, aunque de lejos, y ella había reído muchas veces oyéndole relatar las originalidades del banderillero. Este acogía con un gesto de austeridad las confidencias del maestro. Lo que debe hacé, Juan, es orviarte de esa señora.

Su hija también acogía con afecto al señorito, tuteándolo como en los tiempos de su infancia, y riendo todas sus gracias. Era el amo de Rafael, y algún día sería ella su sirvienta en aquel cortijo, que veía a todas horas con la imaginación, como el nido de su felicidad. De la juerga escandalosa que tanto la había indignado contra el aperador, apenas si se acordaba.

Rosa, que acogía siempre los requiebros del joven cortesano con risa y desconfianza, poco a poco se fue haciendo más grave y sosegada; se ponía encendida al verle; le miraba fijamente mientras él tenía los ojos en otra parte, y cuando llegaba el momento de separarse, en la inflexión temblorosa y enternecida de la voz se adivinaba la emoción que embargaba su alma.

El hermano acogía estas palabras con un gesto de incredulidad. ¡Mentira otra vez! ¿Por qué se cansaba de pronto del hombre al que tanto había querido? ¿Qué causa poderosa había deshecho con tanta rapidez su amor?... ¡Ah Mariquita!