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Otro milagro El siguiente milagro pone en evidencia los manejos del demonio y demuestra al propio tiempo que las almas no se pueden condenar tan fácilmente cuando el mortal acude a la protección de un patrón poderoso. Púsose el Santo en oración e hizo venir al diablo visiblemente, y le mandó que le entregara la cédula al hombre, siendo testigos de este milagro muchos millares de personas."

Aquél estamos sonó mal en los oídos de Tirso: juzgaba que la debía agradecimiento por el apoyo que le dispensó; pero fuera de lo referente a la hermandad, no reconocía en ella autoridad para aprobar o condenar sus actos, molestándole lo que alardeaba de su influencia en asuntos políticos que se rozaban con la Iglesia.

De todo ello tomó pie don Ventura para alabar la conducta de los declarantes y condenar las doctrinas impías, objeto principal de la protesta. «Atacar la religión de cierto modo, vamos, se ve a menudo; pero, hombre, ¡negar a Dios; a Dios Uno y Trino, Grande, Omnipotente y Misericordioso!... ¡y en Villavieja! ¡Qué barbaridad!» Y lloraba de espanto y pesadumbre el bendito varón.

Las exclamaciones de los circunstantes ante aquel caso extraño fueron interminables. Todos compadecían al viejo elegante: no tenían palabras bastante fuertes para condenar el brutal proceder de la chica. Sin embargo, debajo de los comentarios se adivinaba cierto regocijo que hacía brillar los ojos y pugnaba por salir en forma de carcajadas. El suceso era chistoso.

«¿Pero y los gatillos, que es lo que hace más falta? dijo la dama amoscándose . Hombre de Dios, usted se va a condenar por tantos embustes como dice. ¿No me prometió que estarían por ayer? ¿Qué palabras son esas? Vaya, que ni Job tendría paciencia para aguantarle a usted. Están parados los carpinteros de armar, por causa de esa santa pachorra. No me extraña que esté usted tan gordo, Sr.

Dígole a usted, señor, que el Papa ha hecho muy mal en levantar la excomunión a esas mujeres provocativas. ¡Jesús, María y José! exclamó don Modesto asustado . ¿Rosita, se atreve usted a condenar lo que hace el Papa, justamente cuando se están cantando himnos en su loor, como dice el periódico? Bien, bien repuso Rosita ; ya lo mejor que usted.

Sin duda que no. ¿Había, pues, de desistir ella de ir a parte alguna; había de seguir encerrada entre cuatro paredes en la flor de su juventud, y condenar a Inesita al mismo suplicio porque no hallaba una sociedad perfecta, por todos estilos, donde poder presentarse? En varias discusiones que tuvo Beatriz con su marido acerca de este negocio, siempre le hizo callar y salió victoriosa.

Las ceremonias que usa la Iglesia, unas sacadas de los Libros Sagrados, otras instituidas por ella para mayor culto de Dios, son exâctísimas, y las mas á propósito para una casta y sincera adoracion de la Divinidad. Si se introducen abusos, se han de condenar estos, mas no el buen uso.

Concretándome ahora al examen del libro del autor anónimo, y expresando aquí sobre él mi parecer franco y sincero; diré, para concluir, aunque me acusen como han sido acusados con frecuencia los jesuítas de tener la manga muy ancha, que los pecados y vicios que saca á la vergüenza el autor anónimo, si bien sería de desear que no los hubiese, no me mueven tanto á condenar la Compañía, compuesta de seres humanos, entre los cuales no puede menos de haber bastantes pecadores, como la carencia del espíritu elevado, amplio, civilizador y progresivo que la inspiró en mejores días.

Será preciso atender á las cualidades físicas, morales y sociales del individuo, será necesario apreciar el valor de los testigos, en una palabra, deberá el juez revolver la atencion en todas direcciones, fijarla sobre mil y mil objetos diferentes, y pesarlo todo en justa y escrupulosa balanza para no dejar sin castigo al culpable, ó no condenar al inocente.