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Actualizado: 3 de julio de 2025


Hablaba de un mundo desconocido para él. Spadoni, con los ojos vagos, pensaba en algo distante mientras sorbía su café. Ya lo sabes, Atilio continuó Lubimoff : ¡nada de mujeres!... Así llevaremos la gran vida. La mañana libre; sólo nos veremos á la hora del almuerzo. Abajo, en nuestro puertecito, quedan varios botes. Pescaremos á las horas de sol, remaremos.

Por allí andaban damas y caballeros, no en facha de pastorcillos, ni al desgaire, ni en trenza y cabello, sino lo mismo que iban por las calles, con guantes, sombrilla, bastón. Echando, pues, de su alma aquellos vagos deseos de correr y columpiarse, pensó gravemente de este modo: «Para otra vez que venga, traeré yo también mis guantes y mi sombrilla».

Al día siguiente era menester llevársela marchita; la deshojaba cuidadosamente y me ponía la nueva. La idea de que pudiera regalar aquella flor a otra mujer la estremecía. Empezaba a notar con deleite que sentía celos, celos inconscientes y vagos que ansiaban formularse, sin llegar a conseguirlo.

Cuando le interrogaba acerca de Suárez, me respondía que frecuentaba, en efecto, la casa, porque traía negocios mercantiles con don Oscar, que le hablaba alguna que otra vez; mas nunca, en su conversación, había hecho alusión a nuestras relaciones, ni tampoco se había propasado a galantearla más que en los términos vagos que en Andalucía carecen por entero de significación.

Junto a él, su esposa, vestida de blanco con gran profusión de blondas de precio, hacía saltar entre los dedos su inseparable ristra de perlas con gesto de aburrimiento. Al pasar los dos amigos ante ella, sus ojos vagos parecieron concentrarse en Fernando con una mirada breve, pero vehemente y curiosa.

Dormía, y cuando le despertaban miraba a todos con ojos vagos, volviendo a cerrarlos inmediatamente. ¿De veras que no se acordaba el señor?... Ya le preguntarían otra vez, cuando estuviese restablecido.

Rafaela, en verdad, hacía involuntariamente que las deseara el Vizconde, porque estaba más guapa y más interesante que nunca. Hechas en lo interior de su espíritu todas estas consideraciones y forjando mil propósitos vagos, el Vizconde, después de preguntar a Rafaela las señas de su casa, insinuó la pretensión de no ir sólo a dejarle tarjeta, sino de hallar a Rafaela y de ser recibido.

Pronto notó don Braulio que, aunque no conociera a nadie, no era lo mismo pasear solo que acompañado por mujeres tan guapas. Aquello distaba mucho de parecer un desierto. Con frecuencia, sobre todo al pasar grupos de hombres, llegaban a los oídos de don Braulio vagos murmullos lisonjeros, y de vez en cuando palabras y hasta frases enteras de admiración y de encomio.

Ginebra tiene entónces tanta poesía y su lago tan arrobadora seduccion en sus reflejos múltiples, sus rumores vagos, su trasparencia deslumbradora y sus ondulaciones suavísimas, que uno se siente como encantado por un sueño y trasportado á regiones muy lejanas de los Alpes y el Jura.

La doncella entró á reunirse con su señora y nosotros nos quedamos solos en el saloncillo. Pector y Raleigh se sentaron al lado de la chimenea, mientras yo, invenciblemente atraído por aquella puerta entreabierta, avanzaba á pasos ligeros, la cabeza inclinada, aprestando el oído y escuchando los más vagos rumores.

Palabra del Dia

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