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Actualizado: 3 de junio de 2025
Inclinado sobre mi álbum encerrábame con ella durante largas horas en su catedral, y respiraba allí por un momento los vagos perfumes de una ideal serenidad. Iba también á buscar casi todos los días en la casa de la anciana señorita, otro género de distracción. No hay trabajo al que el hábito deje de prestar algún encanto.
Con la cabeza un poco echada hacia atrás y con los ojos ahuevados y vagos, pasea su pensamiento por un pasado tan lejano y ve tan alto en las jerarquías de Príncipes, que no puede ver lo que pasa delante de sus narices. ¡Y deben de haber sucedido unas cosas!...
Otra señal de que había venido al mundo para ser o comercianta o nada, era que los cuartos ganados en la compra-venta se le pegaban al bolsillo, despertando en ella vagos anhelos de ahorro, mientras que los que por otros medios iban a sus flacas manos, se le escapaban por entre los dedos antes de que cerrar pudiera el puño para guardarlos.
Al pasar ante la casa de Pirovani miró al lado opuesto y aceleró la marcha de su caballo, por temor á que Elena abriese una ventana, llamándole. Iban transcurridos muchos días sin que él hubiese vuelto á visitarla. Sentía esos temores vagos que anuncian la cercanía del peligro, pero sin dejar adivinar de qué parte viene.
Tristán de Rochefort, senescal de Auvernia y señor de Villafranca, había encanecido peleando contra los invasores ingleses y desde que se firmó la paz no había tenido punto de reposo, persiguiendo á las partidas de aventureros, salteadores y vagos que infestaban la comarca de su mando.
Fáltame decir que el gentío que nos acompañaba en la pública, era compuesto, en parte, de gente de baja esfera; y en parte, de personas graves del comercio menudo, de tenderos, periodistas y también muchos vagos de la calle Ancha y algunas mozas de diferente estofa. La iglesia, convertida en salón, no era grande.
Hizo emprender al rocín un trotecillo presuntuoso, cual si fuese un caballo de casta, y vio cómo después de pasar él se asomaban á la puerta Pimentó y todos los vagos del distrito con ojos de asombro. ¡Miserables! Ya estarían convencidos de que era difícil hincarle el diente, de que sabía defenderse solo.
Cuando la luz de la mañana comenzaba luego a esparcir un color avinado, las figuras de las vidrieras místicas eran vagos fantasmas diseñándose apenas y por querer tomar colores en la sombra. Ella se recogía, embargada por la emoción religiosa, y quedaba por largo rato apoyada la frente sobre las manos juntas.
No percibía el menor sonido. Pronto distinguí los vagos contornos del cenador, cuyos peldaños subí. La puerta de madera y muy endeble, se abrió en seguida y una mujer que allí esperaba se apoderó vivamente de mi mano. Cierre usted la puerta murmuró. Obedecí y dirigí hacia ella la luz de la linterna.
Como llegan tardía y débilmente al oído los ecos de la tormenta lejana que va aproximándose por instantes, sintió Lázaro ir llegando a su alma vagos presentimientos de dudas y temores, misteriosos anuncios de un porvenir preñado de lágrimas e insomnios.
Palabra del Dia
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