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A este pensamiento hubo de responder, por misteriosa concatenación, el de Ponte Delgado, que dijo: «¡Lástima que Nina, ese ángel, no esté presente!... Pero no debemos suponer que le haya pasado ningún accidente grave. ¿Verdad, Sr. D. Romualdo? Ello habrá sido...

Con el coraje que cualquiera puede suponer me lancé a ellos, diciendo en voz alta, casi a gritos: ¡Alto! ¿Adonde llevan ustedes a esa señorita? ¡Seferino, sálvame! gritó Gloria, tratando de acercarse a y siendo retenida fuertemente de un brazo por don Manuel. ¿Y a usted qué le importa? dijo éste con mirada y actitud agresivas, pero en voz baja.

No creo que se pueda replicar nada á esta solucion; sin embargo, todavía me propongo ampliarla con algunas observaciones sobre el carácter de los fenómenos en que se quiere suponer que nuestra alma está puramente pasiva. Actividad, si alguna se ejerce en semejantes casos, es mas bien de reaccion contra la sensacion dolorosa.

Pronto se dio cuenta de la extremada prudencia con que yo le dirigía la palabra, de mi empeño en esquivar todo exceso de confianza y del exquisito cuidado que ponía para que nunca nos quedásemos solos. Mortificada sin duda por suponer que en mi excesiva cautela había un fondo de mal disimulado desprecio, procuró desvanecer la prevención de que yo pudiera estar animado contra ella.

Los sindicalistas pretenden que donde hoy dice «España», «Inglaterra», «Francia» o «Alemania», diga mañana «Sindicato del Hierro», «Sindicato del Carbón», «Sindicato de la Madera», «Sindicato del Papel»... Al principio, naturalmente, los miembros de unos Sindicatos aparecerán mezclados con los de los otros, y en lo que hoy es España, por ejemplo, habrá hombres de papel a la vez que hombres de madera, de carbón y de hierro; pero, a la larga, es lógico suponer que cada Sindicato vaya localizándose en lo posible allí donde encuentre sus primeras materias.

Más allá de aquellos muros estaba el mundo; pero no se le veía, no se le sentía; parábase respetuoso y aburrido ante aquel monumento del pasado, hermosa sepultura en cuyo interior nada excitaba su curiosidad. ¿Quién podía suponer que él estaba allí...? Aquella verruga de siete siglos, formada por poderes políticos que murieron y por una fe agonizante, sería su último refugio.

PROCLO. Muéveme amor. MARINO. ¿Amor de patria? ¿Amor de gloria? PROCLO. Amor de una mujer. MARINO. ¡De una mujer! Me dejas turulato. ¿Quién había de suponer que pensabas en tales cosas? PROCLO. No hay motivo para que te quedes turulato. ¿Qué tiene de absurdo que yo ame a una mujer? La amo desde que la vi: desde hace quince años. Ella tenía entonces diez y siete. Hoy tiene treinta y dos.

Pues ahí está, Virtudes de mi alma, tu grandísima equivocación: en suponer que yo me aburro en esta soledad ni poco ni mucho, ni siquiera un solo instante. Lejos de aburrirme, son tantas las distracciones que tengo, que me falta tiempo para todo, hasta para escribirte; solamente me sobra para conocer mi pecado y sentir sus mordeduras en la conciencia. ¡Esta que es la pura verdad!

Don Víctor continuaba siendo propietario en Aragón. Ana en un arranque de valor, de un valor mucho más heroico de lo que podía suponer su marido, se atrevió a decir: Quintanar, ¿qué te parece esta idea...? irnos a pasar unos meses, hasta que vuelva el invierno.... ¿A dónde? A tu tierra, a la Almunia de don Godino.

De la infancia del gran pintor nada se sabe: es de suponer que estudiase algunos años con cualquier profesor de humanidades de los muchos que por aquel tiempo había en Sevilla, mas no debió de ser muy largo este aprendizaje literario.