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Únicamente le preocupaba el paradero de su amigo Torrebianca, creyendo reconocerlo en todos los hombres que veía á lo lejos. «Es lástima que Ricardo saliese tan temprano pensó .

Este no llevaba falda ni toca mujeriles. Iba casi desnudo, como los hombres condenados al trabajo, con una tela arrollada á los riñones por toda vestidura y mostrando los musculosos relieves de un cuerpo armoniosamente formado. Antes de reconocerlo con sus ojos, sintió el gigante que un instinto fraternal despertaba en su interior para avisarle quién era.

»Magdalena parecía ver por vez primera los árboles, las flores y el césped que adornaban el jardín. Arrancábanle exclamaciones de asombro los insectos, las aves y los reptiles; sorprendíanle, en fin, todas las manifestaciones de la Naturaleza, que, justo es reconocerlo, nunca había semejado ser tan viviente como entonces.

La respiración continuaba siempre laboriosa, las pupilas dilatadísimas e insensibles a la acción de la luz, y los líquidos que apenas tomaba, se quedaban en la garganta produciendo esos estertores penosos que impresionan tanto. Este último síntoma era de augurio fatal. Mi tío estaba consternado: su mujer iba desapareciendo lentamente sin hacer mención de reconocerlo cuando se acercaba a su lecho.

La única creación de que podía envanecerse era debida al azar de unos amoríos de pueblo, al inconsciente olvido de una hora de placer... Y este hijo, obra suya, carne de su carne, prolongación de su propia personalidad, no podía ni tan sólo públicamente reconocerlo; caminaba a su lado y no le podía decir: « eres hijo mío»; no podía hablar con él sino de cosas sin ningún interés...

Su caballo pareció reconocerlo al quedar él sobre la silla, y apenas le hubo picado con sus espuelas, salió á todo galope en la misma dirección seguida por Rojas. Llevaba varios minutos el estanciero de perseguir á Manos Duras y no perdía la esperanza de alcanzarlo. Era difícil poder galopar de un modo continuo en aquellas pendientes arenosas.

Si puedes, pilotín; si puedes.... Como iba diciendo, a pesar de que Menchaca tenía medios de comprobar que Hortensia era un carácter, no quiso verlo ni reconocerlo.

»A pesar de reconocerlo así, Antoñita, yo sería capaz de permanecer aquí mucho tiempo si a mi lado hubiese una persona con quien hablar de ella, si compartiese usted conmigo la contemplación de estos cuadros magníficos que a mi vista se ofrecen de continuo.

Fortalecido por tales propósitos, siguió escribiendo con más soltura e ingenuidad, como si fuese el mismo hombre de diez días antes y esta carta igual a la que había enviado desde Tenerife. Pero no era el mismo; veíase obligado a reconocerlo. Sus pecados le ligaban a aquel buque, y mientras no saliese de él, serían inútiles sus esfuerzos para volver al pasado.

Minutos después pudo reconocerlo con facilidad, por haberle visto aquella misma mañana. Era don Carlos Rojas.