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No os creía tan corazón y tan alma y tan voluntad... ¡De modo que vos creísteis que mis amoríos con don Juan!... Serían sol que sale y sol que se pone... yo os necesitaba por un solo día y creí que con teneros asida de cualquier modo de sol á sol... ¡Ah! ¿hicísteis venir á propósito, con mala intención, á don Juan á mi casa? Vamos claro: ¿os pesa de amar á don Juan?

Por el siglo de mi abuela, que pasan de milenta. REPOLLA. Yo soy la desdichada, porque se me entran sin reparo ninguno; un ratón morenico me tiene asida de una rodilla. ¡Socorro venga del cielo, pues en la tierra me falta!

Si fuera infanta, como ya has oído, Tuvieran entredicho mis seis puntos, Y pulsaran mis dedos sin ruido. ¿Madre, cómo podrá la que está asida A sus inclinaciones, salir de ellas, Y ajustarse á una regla muy fruncida? Miro que allí las bellas no son bellas, Y que tienen las gracias cercenadas, Y con monjil los rostros de sus huellas.

Conciertan, pues, los dos quitar la vida Al pobre, que vivia sin recelo: El Juan Rodriguez dióle una herida, De que cayó el Gonzalez en el suelo. La maldita verdugo, luego asida Del triste que la pide á ella consuelo: "No es tiempo ya, le dice, perro perro." Y el mozo por la llaga mete hierro. Espira el sin ventura sollozando, Diciendo: "¿muger mia, qué os he hecho?"

Entre el humo y los reniegos de los antros del vicio, la niña, asida de la mano del maestro, se paraba mirando ansiosamente, tratando de descubrir, al parecer inconsciente de todo, el objeto que buscaba y que absorbía todos sus sentidos.

Fuertemente asida con ambas manos a los hierros, la cara pegada a estos, alargando la boca para ser mejor oída, decía con voz plañidera: «Cojita mía... cañamoncito de mi alma, ¡cuánto te quiero!... Allá va el patito con sus meneos; una, dos, tres... Lucero del convento, ven y escucha, que te quiero decir una cosita».

Yo soy el vate de inmortal salterio; alma sublime a la emoción nacida, que vuela de hemisferio en hemisferio siempre a los rayos de tu luz asida. No confundas tu sueño con mi sueño, que somos dos materias bien distintas apesar de esta magna afinidad... Eres la Inspiración, mas soy el dueño del ritmo y de las gamas inextintas, ¡y mía es la sublime eternidad! DESPU

Un indio le encontró con gran fiereza, Y quitarle la lanza pretendia: Camelo le ayudó, perdió la vida El indio, con la mano bien asida. Con gran fuerza por medio Magaluna De cinco ó seis soldados se metia: Al encuentro le sale Juan de Osuna Con su espada, que lanza no traia.

Esta monstruosidad, notada de sus contrarios, les desmayó los bríos, y no osaron probarse en la contienda. Pusiéronle luego la ballesta en las manos y algunas flechas, y mostráronle un árbol muy alto y muy liso, al cabo del cual estaba hincada una media lanza, y en ella, de un hilo, estaba asida una paloma, a la cual habían de tirar no más de un tiro los que en aquel certamen quisiesen probarse.

La huérfana estaba tan trémula y aterrada, que no dijo palabra, ni trató de huir, ni lloró siquiera. Creyó tener en derredor un círculo de asesinos. ¿Qué ha hecho? ¿qué hay? dijo uno. Que ha robao ese lío que lleva bajo el brazo. Muchacha, ¿donde has tomado ese lío? dijo el que la tenía asida. Clara no contestó A la cárcel con ella dijo uno de los presentes. ¿Dónde has tomado ese lío, muchacha?