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La inmensa rabia de mismo me hacía sufrir, sobre todo. ¡Intuiciones viriles! ¡Sicologías de hombre corrido! Y la primer coqueta cuya rodilla está marcada allí, se burla de todo eso con una frescura sin par! No puedo más. La quiero como un loco, y no , lo que es más amargo aún, si ella me quiere realmente o no.

Aunque siembren de espinas su camino y a palmos se disputen el terreno, cumplirán como bravos su destino, predicando la ley del Nazareno. ¿Quién se opondrá al espíritu divino de que su corazón se siente lleno? Y a la Cruz santa que en sus diestras brilla ¿quién habrá que no doble la rodilla? ¡La Cruz! Esa es la luz que los encanta por los tristes desiertos de la tierra. ¡La Cruz!

Manfredo reconoce sin embargo y fuerza al mismo Ariman a reconocer la supremacia del dios del bien, cuando rehusa el doblar la rodilla y proclama un ser delante del cual deben temblar los genios malignos.

Sus pardas ó amarillentas mantas, sostenidas como capas; sus sombreros de anchurosas alas, cuando no de estilo calañes; sus pantalones cortos ciñendo la rodilla; sus polainas ó calcetas de piel, y sus carcajadas francas y ruidosas que les dan un aire de placer y satisfaccion, fijan la atencion del viajero dejándole una impresion muy agradable.

Cuando terminó aquel estado y cobró el conocimiento, hallose tendido boca abajo en el suelo del oscuro desván. Puso atención a los ruidos de abajo y le pareció que se alejaban. Arrastrándose trató de subir al tejado y salió al fin aunque con dificultades, porque le dolía una rodilla y movía muy mal el brazo derecho.

Cuando quiso cerrar, no pudo. Una rodilla de Fernando, un codo, se apoyaban en la madera empujándola contra Mina, que oponía el obstáculo de todo su cuerpo. Y en esta situación, pugnando él por abrir y ella por cerrar, hablaron los dos en voz queda, temblona, cortada por estremecimientos de fiebre, como si estuviesen concertando algo penable en el obscuro misterio de este pasadizo a flor de agua.

Benhacel calló, y en medio del homenaje más grande que pueden prestar la admiración y el respeto, el silencio, descubrióse, hincó una rodilla en tierra y besó la mano del rey; saludó después a los Grandes de uno y otro lado, y acompañado de su abuelo, fuese a colocar entre ellos. El viejo lloraba como un niño; uno le dijo: ¡Llora el almirante, y no lloró el guardia marina!...

Estos al principio llegaron á la nacion de los Samocosis, que tenia maiz, cazave y otras raices semejantes, y una fruta como avellanas, llamada mandubí, con pesca y caza. Los indios andan desnudos, y traen en los labios una piedrecilla azul, á modo de dado: la indias, de la cintura á la rodilla andan cubiertas.

Abuelo, vamos, haga Vd. un esfuerzo para levantarse, dijo la niña mendiga, pues aquí vienen un señorito y una mujer para ayudarme a conducirle a Vd. al pueblo. El hombre, exhalando gemidos, se movió pesadamente como si le faltara la fuerza para levantarse, luego apoyó una rodilla, después la otra y por fin las manos, quedándose a gatas y bajando la cabeza como si quisiera ocultar su cara.

Una ropa corta de fino paño pasada por los hombros le cubría hasta la rodilla; las calzas eran a la francesa, que solían llamar de Francisco I, y las botas eran de gamito de Flandes: todo mostraba que venía del lado allá de Europa, y cuando no, bastaría a certificarlo su arpa pequeña que traía en la mano, y ayudando a sostenerla por los hombros con una banda encarnada.