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Por lo tanto, a las ocho de esa mañana subimos a uno de esos viejos y polvorientos coches toscanos de camino, cuyos caballos llevan de adorno ruidosas campanillas, y cerca del mediodía nos encontramos en la orilla izquierda del río, contando los cuatrocientos cincuenta y seis pasos, como indicaba el registro secreto inscripto en las cartas.

Después se oyeron las ruidosas cuestiones a que dio motivo el gran acto de trincharlo. Las risas sucedían a las risas, y los comentarios a los comentarios. Al mismo tiempo se conocían los efectos del Valdepeñas y del Cariñena en la torpe lengua del ortopédico, que desgranaba las palabras, y en el entusiasmo anacreóntico de D. José Relimpio, que no decía cosa alguna derecha y con sentido.

Pero vuelven otra vez y continúa la ronda graciosa, repitiéndose de nuevo las ruidosas travesuras cortadas por los truenos. ¿Y el adagio? ¿Qué me dice usted de él? ¿Conoce algo más dulce, más amoroso y de tan divina serenidad? Los seres humanos no llegarán a hablar así por más progresos que hagan.

Vetusta era un pueblo primitivo. Dígalo si no lo que a él le pasaba con Anita Ozores. Verdad era que en aquellos dos años había rendido otras fortalezas. Pero ninguna aventura había sido de las ruidosas; nada podía saber la Regenta de cierto y el amor y la constancia del discreto adorador debían de ser para ella cosa poco menos que segura.

Todo aquello era monótono y feo y, en el fondo, nada me consolaba del alejamiento de Trembles. Mi tía tenía el genio de su provincia, el amor por las cosas cargadas de años, el miedo a los cambios, el horror a las innovaciones ruidosas.

Nicolasa provocó la declaración seria y definitiva. Hecha ésta, planteó los dos términos del fatal dilema: ó promesa formal de casamiento, ó despedida y nuevas calabazas ruidosas. D. Casimiro no pudo resistir y prometió casarse. Espantoso día de prueba fué aquel en que supo este triunfo el platónico Tomasuelo. Hasta entonces no había tenido rival que fuese más dichoso que él. Ya le tenía.

Ya se comprenderá que tertulias formadas por una joven de veinte años y por ancianos de setenta serían muy sobrias y sobre todo poco ruidosas; dos mesas de juego en un rincón, los bastidores de bordar de Antonia y de la señora Braun en medio del salón y sillones al rededor para los que preferían al wist o al boston, la conversación; tales eran los accesorios de aquellas sencillas reuniones.

La aristocracia antigua ó tradicional gusta, en lo general, de ostentar sus títulos en grandes escudos de armas y blasones, en ruidosas denominaciones y en otras exterioridades.

Mas aun en tales lances conviene siempre seguir lo que se acerca mas á las primeras verdades, porque esto es lo mas conforme á la buena razon. Por esto creo yo, que si en las Escuelas se llega á enseñar la buena Lógica, con esto solo se acabarán las ruidosas contiendas sobre el probabilismo, porque conocerán todos, que lo menos racional no debe seguirse á vista de lo mas razonable.

Mientras tanto, Zarandilla acariciaba con ruidosas palmadas y motes grotescos a dos asnos garañones, grandes como caballos, huesudos, angulosos, como si fuesen esculpidos a hachazos; la cara roma, los ojos casi ocultos bajo una maraña de pelos y las orejas caídas. Dos bestias de fealdad monstruosa y fantástica, que parecían surgidas de una visión apocalíptica.