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Y comenzó el balandro a navegar, ciñendo y escorando; pero no como en la bahía, en plano perfectamente horizontal, sino entre balances y cabezadas, que iban acentuándose a medida que refrescaba la brisa y la mar se rizaba, cubriéndose de carneros y garranchos.

La falda de raso, que no tenía nada de particular mientras no la movían, era lo más subversivo del traje en cuanto la viuda echaba a andar. Ajustábase de tal modo al cuerpo, que lo que era falda parecía apretado calzón ciñendo esculturales formas, que así mostradas, no convenían a la santidad del lugar.

¡Muy bien! respondió Nieves, fascinada por el lance, con los ojos voraces, la boquita entreabierta y palpitantes las rosadas ventanillas de la nariz. El barco había entrado en su andar desembarazado y franco; y ciñendo siempre para ganar terreno hacia fuera, no cesaba de inclinarse.

Dijo esto el marqués con aquella entonación vehemente y sombría que adoptaba al tratar de sus propios asuntos, por insignificantes que fuesen; y mientras hablaba, entretenía las manos ciñendo su collar de cascabeles a la Chula, con la cual iba a salir a matar unas codornices.

Al entrar en la litera, Dorotea se había echado atrás el manto, dejando descubierto su maravilloso traje de brocado de tres altos plata y oro sobre azul de cielo, con bordaduras en el cuerpo y en las cuchilladas de las mangas de oro á martillo, que no parecían sino verdaderas bordaduras hechas al pasado; una rica gola de Cambray que realzaba lo blanco, lo terso, lo dulce, por decirlo así, de su cutis; un largo collar de gruesas perlas prendido en el centro del pecho por un joyel de diamantes; herretes de lo mismo en la cerradura del cuerpo, guarnición de perlas en las pegaduras de las mangas sobre los hombros, y un grueso cordón de oro con rubíes y esmeraldas ciñendo su cintura y cayendo doble y trenzado en una especie de greca, por cima de la ancha y magnífica falda, hasta los pies.

Imaginad por un momento un inmenso grupo ú archipiélago terrestre compuesto de jardines lucientes de verdura y abismos de concavidad insondable y aterradora; de alegres huertos y rocas desnudas, formidables y sombrías que los dominan; de lujosos plantíos entrecortados por habitaciones campestres de imponderable gracia, al pié de coronas y guirnaldas seculares de negros pinos y abetos, ciñendo los ásperos relieves y las concavidades abruptas de cerros que parecen gigantes evocados en una pesadilla; de ciudades risueñas, industriosas y activas, donde abundan los bellos monumentos del arte y de la ciencia, y rústicos y solitarios caseríos encuadrados ó perdidos en las profundidades de las selvas.

Los lazos que nos unen a ella en la ventura, de religión, de sangre, de idéntica cultura, son vínculos eternos ¡no se rompen jamás! No morirá en mi tierra su lengua encantadora y tras la niebla plúmbea que oculta roja aurora teñida en sangre y lágrimas, en fiera tempestad, la patria independiente, ciñendo hermosa aureola, en español sonoro como bramido de ola entonará su himno a nuestra libertad.

Para ir á ella era necesario dar la vuelta á la ciudad, ó atravesarla por el medio. Soledad optó por lo primero. Siguieron la curva de la muralla ciñendo la ensenada de la Caleta y, dejando á un lado las Barquillas de Lope, donde habitaba la aborrecida rival, continuaron por el paseo del Perejil, y después de bastante andar llegaron á los baños del Carmen.

Ciñendo mura babor nos manteníamos, sujetando al barco las gavias bajas, mayor cangreja y trinquetilla; todas las demás velas iban aferradas en sus vergas con dobles tomadores. El barco cada vez trabajaba más, por efecto del fuerte viento y grandes mares que por su dirección nos indicaban que el huracán corría del Nordeste.

Esas niñas que van rezumándose con los papás detrás de ellas; esos jóvenes que marchan ciñendo la orilla de los coches vuelta hacia ellos la cabeza y quitándose el sombrero cada cuatro pasos, sin conocer a nadie, sólo para que las damas pedestres los admiren y veneren; esos aristócratas que pasean en carruaje y se miran y se remiran sin cesar como si no se conociesen, aunque se están mirando desde que nacieron y se seguirán mirando hasta la hora de la muerte... Dime, ¿no causa grima a cualquiera?