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Un hombre embozado hasta los ojos atravesó velozmente la plazoleta que hay delante de la morada de los obispos y entró en este recodo. La fuerza del huracán le detuvo, y la lluvia, penetrando entre el embozo de la capa y el sombrero, le privó de la vista.

Aquí, y gracias, pues no tengo dinero. Y con la firmeza de un testarudo se mantuvo en su puesto. Yo estaba sentado junto a él; mis rodillas en sus espaldas. Entraba en el departamento un verdadero huracán. El tren corría a toda velocidad; sobre los yermos y terrosos desmontes resbalaba la mancha roja y oblicua de la abierta portezuela, y en ella la sombra encogida del desconocido y la mía.

A veces las olas, saltando por encima de las bordas, inundaban la cubierta. El agua corría por toda ella y salía con fragor de catarata por los canalones de babor y estribor. El viejo Horn, aunque estaba solo sobre cubierta, afrontaba el huracán con serenidad admirable.

El jueves 17, á las 8 de la noche, les sobrevino de repente un huracan de viento sud-oeste muy récio, que cogiéndoles con las cuatro principales largas, los puso en manifesto peligro de desarbolar, y mas habiéndoles tornado por la lua; pero al fin pudieron aferrar las tres, excepto la del trinquete, con la cual corrieron á popa, haciendo camino al sud-oeste.

De pronto se alzó de la silla y dijo con tono resuelto que no admitía réplica: No me siento bien en este momento, señor cura. Otro día hablaremos del asunto que aquí me trajo. Hasta la vista. Y sin aguardar contestación salió como un huracán por la puerta, dejando altamente sorprendido al clérigo.

Lo mismo fué hincar sus dientes en el gélido amasijo, que revolverse en el café el ruido de un huracán. La inesperada impresión del frío del sorbete produjo en don Silvestre los efectos más estrepitosos.

Un hombre lleno de experiencia es un árbol muerto, metafóricamente hablando, contra el cual zumba desapiadadamente el huracán de las pasiones, valiéndonos de otra metáfora. Y sin embargo de que, y continuamos en el estilo metafórico, ya no tiene ni frutos ni hojas que el huracán pueda arrancarle, le arranca las extremidades de las ramas secas. Después viene el rayo y le hace trizas.

Más de un año transcurrió de esta manera. El 9 de Termidor abriéronse las prisiones y fue libre mi padre. Los viejos y enfermizos parientes de mi madre, volvieron también a mi casita, y poco después murieron tranquilamente en su propio lecho, que no fue poca suerte. El horroroso temporal había pasado sobre ellos. Ninguno de sus hijos había perecido durante aquel huracán revolucionario.

Abrió el paraguas, mas a los pocos pasos, el viento que soplaba huracanado en el Campo de los Desmayos se lo volvió. En la imposibilidad de cerrarlo y sintiéndose empujado violentamente por el huracán, el joven excusador se refugió en el negro, enorme portal de Montesinos. Nunca pasaba por delante de él sin sentir cierto estremecimiento de temor y curiosidad.

Si se decide á ella, todo queda remediado; si se abstiene, el fatal secreto se divulga, y la perdicion total es inevitable. ¿Qué hará? Si en la operacion podeis salir perjudicado, precaveos á tiempo; apartaos de un edificio que si bien en una situacion regular no amenazaba ruina, está ahora batido por un furioso huracan.