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En verano, cuando penetraba por la ventana abierta el aroma de los pinos y de las acacias y se veía sobre la mesa un vaso con flores, diríase que, en efecto, era aquello una casa de campo. Adornaban las paredes tres cuadros que Pomerantzev había llevado, así como un gran retrato de su hijo, muerto de difteria hacía mucho tiempo; todo esto daba a la habitación un aspecto muy agradable.

Ahí dejó al Cardenal y al suegro de mi sobrino con una mona superior... pero ¡superior!... El Cardenal quería salir con la navaja abierta en tu busca... Luego la emprendió conmigo y me dijo las mil y una injurias... pero yo me he reído, ¿sabes?...

Concluída esta ceremonia, empezaba una crápula de esas de hacer temblar el mundo y sus alrededores. Entre esos bohemios del vicio era mucha honra poder decir: Yo soy chuchumeco legítimo y recibido, no como quiera, sino por el mismo Pablo Tello en persona, con botija abierta, arpa, guitarra y cajón.

Lanzó un juramento y sus piernas en mi persecución con tal velocidad, que estuvo a punto de alcanzarme. Pero en ese instante salía yo como de una honda por la puerta abierta, y disparaba hacia la quinta, con mi tío detrás.

Una muchacha muy vivaracha me preguntó si había cenado; le dije que , me llevó a un cuarto, y vino poco después, con un gran calentador, a templar la cama. Caía un verdadero diluvio. Le voy a pagar a usted le dije a la muchacha , porque voy a salir de casa muy temprano. Como usted quiera. ¿Estará la puerta abierta desde por la mañana? . Siempre suele estar abierta.

El viento soplaba más recio en la travesía de Santa Bárbara que en ningún otro paraje de la población. Esta vía, abierta entre el palacio del obispo y las tapias de un patinejo de la catedral, donde viene a caer la cadena del pararrayos, pasa a su terminación por debajo de un arco y forma lóbrego recodo en que el huracán se encalleja y clama y se lamenta en noches tan infernales como la presente.

Con el cigarro en la boca y las riendas sueltas en el cuello del caballo, Raúl volvía a Candore soñando con el perfil que había vislumbrado un instante en la ventana abierta y tan pronto vuelta a cerrar.

Y don Juan se sonrió de una manera franca, abierta, natural, tranquila. ¡Oh! ¡, , hijo mío! dijo Quevedo conmovido ; tenéis un hermoso corazón y un valor como hay pocos; ello pasará, ello pasará; vuestro corazón es todo entero de doña Clara, y ella será el ángel glorioso que os cure de ese otro ángel condenado.

Acababa de pasar frente á su barraca y había visto luces por la puerta abierta... Luego había oído gritos de desesperación; el perro aullaba.... El pequeño había muerto, ¿verdad? Y el padre allí, creyendo estar sentado en un ribazo, cuando en realidad donde estaba era con un pie en el presidio. Así se pierden los hombres y se disuelven las familias.

Y ahora ya tiene el lector abierta la novela: no incurriré en la puerilidad de contar su argumento; me basta con haber contado mi impresión. M. MEN