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Le conozco: el pobre mozo iría a presidio por tu culpa. La advertencia era inútil. Para evitar la venganza de Rafael, había mentido ella, fingiendo sus crueles desvíos. Fermín continuó hablando con tono sombrío, pero imperiosamente, sin admitir réplica.

La necesidad los forzó á todo, y allegaron y recogieron todas las alhajas de los vecinos poderosos y de los templos, para cumplir la gran cuantía que pidió Muza ben Noseir: asimismo tomó rehenes á su contento de la juventud noble de esta ciudad: puso en ella un buen presidio con escogida gente, dando el gobierno á Hanax ben Abdala Asenani, que poco despues edificó allí una mezquita y una principal aljama.

Hasta sus mismos compañeros de trabajo les hablaban con cierto cuidado. Todo el mundo sabía que ambos habían estado en presidio, que eran insolentes, agresivos y que tanto les importaba sacar las tripas á un hombre como matar una gallina. Sólo Martinán les hablaba con libertad filosófica.

«Les esperé para verles salir. Calle tal, número tantos. Me escondí en un portal. ¡Oh!, la suerte de ellos fue que no llevaba revólver...». ¡Matar!... ¿Lección a ella? ¿Y la tuya? ¿La mía, la mía? Ya la tengo, majadero. ¿Todavía quieres más lección? A esa traicionera que se la voy a dar, y gorda. Irás a presidio si matas. Pues iré contenta. ¿Y tu hijito?

Se dice que casi todos los crímenes que se cometen son ejecutados por gentes que ya han tenido que ver con la justicia, por licenciados de presidio. ¿Es ésa la palabra? , señora. Pues bien; explíquenos usted lo que es un licenciado de presidio. El amable funcionario se quitó sus lentes, los limpió con el pañuelo y volvió a colocarlos sobre su nariz.

Aquellos cinco céntimos que ahorraba de esta manera, le sabían a gloria. En cuanto al papel de cartas que desaparecía también, y era más caro, se tomó la resolución de dar un pliego, y gracias, al socio que lo pedía con mucha necesidad. El conserje había adquirido un humor de alcaide de presidio en este trato.

¡Si usáramos el mismo procedimiento! No hay duda que ya durante la dominación española conocíamos en Filipinas la existencia de criminales condenados a muerte y presidio por asesinato, robo, estupro, sacrilegio y toda clase de crímenes, y que la corrupción de costumbres no era ni desconocida ni rara.

Había llegado al fin de su empresa; el presidio le había abierto sus puertas y dentro de un instante iba á encontrarse en presencia del que venía á buscar desde tan lejos.

Acababa de pasar frente á su barraca y había visto luces por la puerta abierta... Luego había oído gritos de desesperación; el perro aullaba.... El pequeño había muerto, ¿verdad? Y el padre allí, creyendo estar sentado en un ribazo, cuando en realidad donde estaba era con un pie en el presidio. Así se pierden los hombres y se disuelven las familias.

Y después venían las horas de inquietud por la ausencia de su marido, unas tardes interminables, de angustia, esperando al hombre que nunca regresaba, saliendo á la puerta de la barraca para explorar el camino, estremeciéndose cada vez que sonaba á lo lejos algún disparo de los cazadores de golondrinas, creyéndolo el principio de una tragedia, el tiro que destrozaba la cabeza del jefe de la familia ó que le abría las puertas del presidio.