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Los caballos, asustados, huyen arrastrando las riendas, y allá lejos, en medio de los caminos, relinchan. Manuel Tovío, Manuel Fonseca, Ramiro de Bealo y el menor de sus hijos acosan en cerco a Don Gonzalo y Don Rosendo. De pronto, entre el restallar de las picas sobre los cráneos y el cóncavo tundir de los puños contra los pechos, se levanta, como el claro canto de un gallo el grito de Don Manro.

La descubrí como hace quince días en las varas de un carro. Una vez que toma bien el trote, es capaz de andar cuatro leguas por hora, y siempre os lleva las riendas tirantes, no afloja. ¡Mirad, mirad cómo tira, cómo tira!... ¡Vamos despacio, despacio!... No estamos de prisa, ¿no es verdad, señor cura? ¿Queréis entrar en el bosque?

A mi vez, yo estudiaba un poco al don Salvador que acababa de echar pie a tierra, aunque conversando aún en la mano las riendas de su mula, pequeña, fuerte, de un color casi negro y vuelta ya a la vulgaridad de su especie, después de los pasajeros resplandores de la cumbre.

Bueno que á las mujeres se las lleve con mano suave: está en el orden de Dios, y para eso somos cristianos y no cafres; pero eso de dejar las riendas sueltas ningún hombre debe hacerlo en su vida, porque hasta los animales corren peligro de desbocarse, cuanto que más la mujer...» Velázquez los oía y se callaba, no atreviéndose á contradecirlos y no osando tampoco confesarles el miserable estado á que su pasión le había conducido.

Terminada aquella conversación, Miguel de Zuheros y su doncel soltaron las riendas a sus caballos, y a buen trote, y buscando rodeos para no tropezar con la muchedumbre que atajaba el paso, se dirigieron a la Plaza del Rocío, para ver de nuevo la procesión o pompa regia, que debía pasar por allí.

Torció las riendas del sobérbio bruto Y á trote largo adelantóse al rato Llevando al lado el disputado pato Que á gruesas gotas de sudor ganó; Y al acercarse ante el vencido corro Se desciñó del rostro su barbijo, Y estas palabras atrevidas dijo Que la turba entre aplausos recibió.

Gracias a esto pude alcanzar pronto al que conducía a mi novia, y aun lo hubiera pasado si me lo propusiera. Pero no me convenía. Mientras caminaba, mi cerebro reflexionaba acerca de aquel lance y combinaba el plan de ataque único a la sazón factible. Pensé en coger las riendas al caballo y detenerlo.

Ve por allá; le darás una alegría a la pobre... Y usted, señor, acuérdese de lo que le dice un viejo que sabe algo. Hay que ayudar al mediano. El mediano es el que da el pan. Hablaba con la cabeza vuelta hacia el fielato, tirando de las riendas a la mula, sin ver adónde marchaba ésta. El carro chocó con un tranvía que acababa de detenerse en la glorieta de los Cuatro Caminos.

La educación de sus hijos es en todo conforme á su tosquedad bárbara, dejándolos vivir sin temor ni respeto de los parientes, hechos señores de mismos, soltándoles las riendas para que corran á donde la disolución y fervor juvenil de los años los arrastra. Viven pocos juntos como república sin cabeza, que cada uno es señor de mismo, y por cualquier ligero disgusto se apartan unos de otros.

El hidalgo apretó de nuevo las riendas y trató de dar la vuelta á su casa, pues no á otra cosa había venido que á saber noticias de su primo y sobrina. Pero los alegres conspicuos que veían frustrada su esperanza no lo consintieron. Cinco ó seis manos acudieron solícitas á tener al rocín por el freno y más de veinte bocas comenzaron á instar á D. César para que se apease un momento.