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Remedo de Hermes, apenas nace inventa y toca la lira, y quiere sometérselo y apropiárselo todo y subir a los cielos. Euforion se lanza en el aire y cae despeñado, cual nuevo Ícaro. Goethe celebra en Euforion a Lord Byron, y lamenta su muerte. Es un episodio de extraordinaria belleza.

El agua cae sobre las anchas y porosas hojas y busca a su amiga la sal; pero la sal está aprisionada en el menudo tejido de la planta. Entonces el agua se lamenta de los desdenes de la sal, le reprocha su inconstancia, la amenaza con olvidarla. Y la sal, enternecida, hace un esfuerzo por salir de su prisión y se une en un abrazo con su amada.

Pero ¿qué había de hacer, si estaba enamorado? ¿Quién me quitará la gloria de haber sido amado de ella? Ella me ha amado; ella me ama todavía. ¿De qué voy a arrepentirme? ¿Quién, por temor de perder el bien, se lamenta de haberle logradoTal era la carta que escribió don Braulio, que cerró cuidadosamente y que certificó para que no se perdiera, antes de confiarla al correo.

Tiene los ojos llenos de lágrimas, y en la boca unos pliegues tentadores, y dentro de la remonísima garganta suenan unos ruidos, unos ayes, unas quejas subterráneas; parece que allá dentro se lamenta el amor siempre callado y en prisiones ¡qué yo! ¡Suspira de un modo, da unos abrazos a las almohadas! ¡Y se encoge con una pereza!

A pesar de sus triunfos, el poeta está triste; continuamente se lamenta de su constitución débil, que le impide realizar largos esfuerzos mentales. Yo concibo mucho dice, pero no puedo trabajar: me canso; por lo mismo, presiento que la mitad de las fábulas y de los personajes que he ideado, morirán conmigo... Y, aunque trabajase mucho, sería igual.

Clori, en tanto, amistosa y compasiva, Quiere que el zagal viva, Mas amarle no quiere; Antes, dicen que piensa dar su mano Á un rabadán anciano. Con celos el zagal su pena aumenta, Y así en la selva oculto se lamenta: ¡ no sabes de amor, encanto mío! ¡Ah! Tu ignorancia virginal te engaña.

Aquí la gran maldad la Filomena Lamenta de Teseo, su cuñado, Con su lengua arpada bien resuena, Y con canto suave y agraciado Publica á todo el mundo su gran pena, Y dice: "pues la lengua me has cortado, Aquesta gran maldad, cruda tirana, Labrando contaré toda á mi hermana."

Porque aunque lamenta como particular la ofensa, el robo y las pedradas que mi huésped sufrió, como ministro del Imperio, ve ahí una dulce oportunidad para exigir a la ciudad de Tien-Hó, en concepto de indemnización, y en castigo de la injuria hecha a un extranjero, la importante suma de trescientos mil francos.

El viento soplaba más recio en la travesía de Santa Bárbara que en ningún otro paraje de la población. Esta vía, abierta entre el palacio del obispo y las tapias de un patinejo de la catedral, donde viene a caer la cadena del pararrayos, pasa a su terminación por debajo de un arco y forma lóbrego recodo en que el huracán se encalleja y clama y se lamenta en noches tan infernales como la presente.

Sufre con resignación cuanto le proporciona su culpa, y ni se queja, ni se lamenta, ni se arrepiente. ¿Amará Angué? ¿Obedecerá su languidez á uno de esos tiernos sentimientos que llenan el alma? No. Las pasiones de Angué, como todas las de su raza son momentáneas; aman hasta el delirio, pero olvidan hasta la absoluta indiferencia.