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Y comprendiendo que el hombre debe hallar en mismo recursos suficientes para flotar en esta clase de naufragios, supo toser y sonarse muy a propósito, limpió la ceniza del cigarro que le había caído sobre el pantalón con admirable oportunidad, no dejando tampoco, claro es, de mirar con cierta insistencia las mangas de la levita a fin de descubrir si era posible alguna mancha salvadora.

Si yo estuviese paralítico, si suplicase á un transeunte que me cogiera un cigarro que se me hubiese caido al suelo, y el transeunte me diera dos cigarros suyos, yo no aceptaria de ningun modo su presente, y le llamaria orgulloso, presumido, insensato tal vez.

Encendió éste un cigarro, le ofreció otro y se puso a pasear de una esquina a otra del despacho exactamente como si estuviera solo. García tenía un libro en la mano, aparentaba leerlo, pero cuando Tristán volvía la espalda levantaba los ojos hacia él y le miraba con mezcla de inquietud y respeto. Al fin, sonriendo con humildad, se atrevió a decir: ¿No sabes, Tristán?

Gustavo Núñez se sentó en una butaca, encendió un cigarro y cruzando las piernas dijo con su habitual displicencia: Cuando era niño mi madre acostumbraba a leerme el Año cristiano antes de dormirme.

Sobre la rica alfombra de terciopelo había algunos escupitajos y puntas de cigarro. En la delicada mesilla del centro una licorera con las botellas casi vacías y las copas fuera de su sitio. El duque echó una mirada torva a esta licorera y alzó suavemente la cortina de la alcoba.

Y para demostrar su confianza bromeó con la vendedora de billetes. Luego estrechó una mano del hombre que guardaba la puerta su antiguo enemigo , dándole un cigarro barato que había comprado momentos antes. Los pequeños regalos mantienen las amistades. Tome usted, señor. Dentro de la sala saludó á la acomodadora como si fuese una antigua conocida.

El doctor quiso pasear, y Maltrana le siguió dando chupadas al cigarro de bravío perfume. La proximidad de la línea equinoccial parecía alegrar a Zurita. Estaban cerca de su hemisferio, iban a entrar en él antes de dos días. Es, como quien dice, volver a casa, mi amigo.

La vista de este pasajero que hablaba en inglés ofreciéndole un cigarro le arrancó á los placeres de una conversación extendida trescientas millas á la redonda. Todo marcha bien... Tenemos muchos compañeros de viaje. Y fué enumerando los buques que se mantenían en comunicación con el vapor. El más próximo era el Californian, un barco inglés procedente de Malta.

Tenía las manos apoyadas en los muslos, con los codos sacados hacia adelante, el torso erguido, el cuello estirado, la cabeza desviada en leve escorzo de melancolía y desdén, el cigarro puro olvidado y periclitante en un ángulo de la boca. Levantaba dos palmos sobre los otros tertuliantes.

¿Cómo? usted me asusta. Pues no hay por qué. Doña Ana es así; extremosa... viva... exaltada... necesita mucha actividad, algo que la estimule... necesita.... Benítez mascaba el cigarro y miraba a don Víctor, que abría mucho los ojos, con expresión misteriosa de lástima un poco burlesca. ¿Qué necesita?