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¡Á nosotros! gritó Tragomer levantándose sobre el agua. En torno de los nadadores aparecían de nuevo luchando con las olas el vigilante y los remeros. En este momento unos brazos vigorosos se tendieron hacia los fugitivos y anhelantes, sofocados, casi sin vida, Cristián y Jacobo fueron izados á la lancha salvadora. ¡Te kere! dijo el timonel. Los marineros se echaron al fondo de la lancha.

En la epopeya de la patria esclava, fuíste fuerza motriz, luz refulgente, formidable turbión, tempestad brava, que hízonos respirar el libre ambiente. Cuando pedía sangre nuestra aurora, y ayes de muerte hendían el espacio, armaste con tu idea salvadora el brazo vengador de Bonifacio...

También la casa de Gumersindo Arnaiz, hermano de Barbarita, ha pasado por grandes crisis y mudanzas desde que murió D. Bonifacio. Dos años después del casamiento de su hermana con Santa Cruz, casó Gumersindo con Isabel Cordero, hija de D. Benigno Cordero, mujer de gran disposición, que supo ver claro en el negocio de tiendas y ha sido la salvadora de aquel acreditado establecimiento.

Al efecto fue desnaturalizando poco a poco la índole de sus caricias paternales; mas la joven, advertida por la voz salvadora del pudor, sin pensar nada malo de su tío, las evitó instintivamente, no acercándose a él cuando podía pasar sin hacerlo y escapándosele de las manos cuando era forzoso colocarse a su alcance.

¿Qué contestar a eso? ¿Y cómo probarla que mentía?... ¿Y si no mentía? ¿Si era realmente culpable? ¿Si su conducta no era la de una heroína salvadora, sino la de una reo confesa? ¿Cuál era la razón para no creerla verdaderamente culpable? ¿Era posible que con tanta habilidad hubiera construido y descripto con tantos colores un falso desenlace del drama; que hubiera sabido relatar un cúmulo de mentiras con voz tan turbada, con expresión tan sincera?

Había consultado con el señor Pasta y el señor Pasta le dejó tonto y mareado despues de aconsejarle un millon de cosas contradictorias é imposibles; consultó con Pepay la bailarina, y Pepay la bailarina que no sabía de qué se trataba, hizo una pirueta, le pidió veinticinco pesos para enterrar á una tía suya que acababa de morir de repente por quinta vez, ó por la quinta tía que se le moría segun más latas explicaciones, no sin exigir que hiciese nombrar á un primo suyo que sabía leer, escribir y tocar el violin, auxiliar de fomento, cosas todas que estaban muy lejos para inspirarle á D. Custodio una idea salvadora.

Y considere que para ejercer esa supremacía salvadora, sus manos no hubieron de imponerse sobre las mías; bastó con que yo la viera desde lejos, brillando en una fiesta.

El menor ruido me hacía temblar, el grito de un pájaro casi me hizo desvanecer de angustia. ¡Oh! tenía en mi pecho la salvación de mi hija y estaba todavía en poder de mis tiranos. No podía permanecer en aquella dolorosa perplejidad, y quizá, ofuscada hasta la locura, por un ruido en el corredor, iba a precipitarme hacia el vacío, cuando se me ocurrió una idea salvadora.

Encontró cadáveres por todas partes: pero éstos no vestían el uniforme verdoso. Habían caído muchos de los suyos en la ofensiva salvadora.

Su furia salvadora le hacía continuar puñal en mano la imaginaria matanza. ¡Segundo golpe!: el príncipe heredero rodando por un lado y su cabeza por otro. ¡Una lluvia de cuchilladas!: todos los generales invencibles de que hablaba su tía huyendo con las tripas en las manos, y á la cola de ellos, como lacayo adulador que recibía igualmente su parte, el tío de Berlín... ¡Ay, si se le presentase ocasión para realizar sus deseos!