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Hombre más marrullero no se ha visto, y sin embargo, los incautos le creían; no ignoraban que sus manos estaban manchadas y que, adulador endiosado del poder, era uno de los llamados a dar estrecha cuenta ante la barra de la opinión en el día del juicio público, lejano, pero seguro; mas, entretanto, le iban a la zaga, como perros tras el hueso.

Mamá dirá, si no se niega, que conviene que antes nos tratemos; que pedirme en seguidita, de sopetón, es puñalada de pícaro... Adulador. ¿Con que mis ojos son los pícaros que dan las puñaladas? ¿Con que usted es el herido? Pues yo declaro que el pícaro es usted.

Me han encantado porque coincidían con mi parecer y eran como el eco adulador, harto amortiguado y debilísimo, de lo que yo pensaba. El más elocuente encomio que me ha hecho Vd. de D. Luis no ha llegado, ni con mucho, al encomio que sin palabras me hacía yo de él a cada minuto, a cada segundo, dentro del alma. ¡No te exaltes, hija mía! interrumpió el padre vicario.

Los viñadores, rígidos en su doble fila, se quitaron los sombreros saludando al amo. Dupont sonrió satisfecho, y el sacerdote hizo lo mismo, abarcando en una mirada de protectora conmiseración a los jornaleros. Muy bien dijo al oído de don Pablo con acento adulador. Parecen buena gente. Ya se conoce que sirven a un señor cristiano que les edifica con buenos ejemplos.

Y prosiguió, con variaciones sobre el mismo tema, excitando la codicia del hospitalario y halagando su vanidad con llamarlo a roso y velloso su paternidad. Parece que el muy tunante guardaba en la memoria este pareado: para surgir, con adularte basta; la lisonja es jabón que no se gasta. Mucho alcanza un adulador, sobre todo cuando sabe exagerar la lisonja.

Como todos los seres flacos de espíritu en los casos de apuro, acudía al recurso peor, con tal que le dejase respirar por el momento. Cecilia recibió aquellos homenajes con sosiego, sin manifestar el gozo que las mujeres suelen sentir al oirse requebrar de quien aman. Vienes muy adulador hoy, Gonzalo. No me gustan los mimos le dijo al fin sonriendo.

El día estaba caluroso; el estanquero, a fuerza de pensar en la coristilla, venía predispuesto al amor, y Carolina no era la última encarnación de Lucrecia, la casta. , señora repitió él, disimulando su pensamiento; lo primero, el gustazo de verla, como que está usted hermosísima. No es usted mal adulador... ahora.

Déjenos en paz y vaya a hacer la pata a sus argentinas». Y aunque esto de que le llamen a uno adulador es un poco fuerte, al consejo me atengo, ya que a la Argentina voy. Intentó tirar del brazo a Ojeda para atraerlo hacia el grupo. Venga usted conmigo. Las señoras tendrán mucho gusto en oírle.

Te vas haciendo muy adulador. Yo no quiero que te rías de , ¿lo oyes? ¡Oh! yo no me río de nadie... pero mucho menos de ti... repuso él sin levantar los ojos del papel, con voz cada vez más baja y visiblemente conmovido. Venturita tenía siempre los ojos fijos en él con una expresión maliciosa, donde se leía claramente el triunfo del orgullo satisfecho.

¿Sabes que no noto en ti ningún cambio?... Te encuentro hoy tan ágil y tan fuerte como al salir de la Escuela. ¡Adulador! replica Delaberge, la verdad es que nuestros cabellos comienzan a blanquear y que llevamos cada uno veintiocho años más sobre la cabeza. En el fondo, sin embargo, le han halagado no poco las palabras de su camarada, sobre todo al ver que éste parece mucho más viejo que él.