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Yo soy médico; he venido habiendo oido hablar de vuestra dolencia, y os traygo un basilisco hervido en agua de rosas; no porque aspire á casarme con vos, que solo os pido la libertad de una esclava jóven de Babilonia, que os vendiéron pocos dias hace; y me allano á permanecer esclavo en su lugar, si no tengo la dicha de sanar al magnifico señor Ogul.

Diga lo que quiera mi esposo, si Crespo no viene a prepararme la caña y a convencer a las truchas de que se dejen pescar no haremos nada. Adiós otra vez. La esclava de su régimen, q. b. s. m., Anita Ozores de Quintanar». Después de firmar y cerrar esta carta, Ana se puso a continuar otra que había empezado a escribir por la mañana. Ahora la pluma corría menos, se detenía en los perfiles.

María no podía apetecer ni amar nada sin sentirse agitada por una fiebre que la consumía. Cuando era niña había amado a otra de la misma edad, morena, de grandes ojos negros y duros, y la había amado con tal pasión que se había convertido en su esclava voluntariamente.

Es mi estrella, que se levanta para iluminarme y guiarme. Chandac, mi escudero, tiene enjaezados los caballos. Los que guardan la puerta oriental de Capilavastu, por donde ya asoma mi estrella, están ganados y me dejarán partir. Queda en paz, ¡oh Gopa! GOPA. ¡Oh señor del alma mía! Tu esclava gemirá abandonada por ti mientras viviere.

Mientras Guimarán estrechaba la mano enguantada del Provisor, este, sin poder traer su pensamiento a la realidad presente, seguía saboreando la escena de dulcísima reconciliación en que acababa de representar papel tan importante. «¡Ana era suya otra vez, su esclava! ella lo había dicho de rodillas, llorando.... ¡Y aquel proyecto, aquel irrevocable propósito de hacer ver a toda Vetusta en ocasión solemne que la Regenta era sierva de su confesor, que creía en él con fe ciega!...». Al recordar esto, con todos los pormenores de la gran prueba ofrecida por Ana, don Fermín sintió que le temblaban las piernas; era el desfallecimiento de aquel deleite que él llamaba moral, pero que le llegaba a los huesos en forma de soplo caliente.

Alusion á las banderas inglesas, brasileras y españolas conquistadas por la República Argentina en sus guerras con estas tres naciones; las cuales existen en los templos de Santo Domingo, La Merced y la Catedral y solo se desplegan en las grandes festividades cívicas. ¡Oh, Patria! como esclava suspiras en cadenas. Esta composicion fué escrita en Mayo de 1838.

Que el amor que se mejora En mostrar su fuerza brava, Me ha hecho esclavo de esclava, Esclava que es mi señora. Y quedo tan satisfecho De perder la libertad, Que alabo la crueldad Deste crudo y nuevo pecho. Y porque lo que aqui digo Lo entiendas, Silvia, mejor, Nunca me llames señor, Sino siervo ó caro amigo.

En un viaje que hizo por Oriente compró una esclava «de piel dorada y de cabellos rubios y el pecho pintado de soles». Iba a documentarse para escribir un poema de la reina de Saba y de Salomón, y se dirigió al Líbano. Fué huésped de los jefes drusos y maronitas, «semejantes a los burgraves del siglo XIII».

La obra había gustado poco, pero la artista había sido aclamada por el público, enloquecido y lacrimoso ante su patética desesperación en el acto final, al llorar el amor perdido. Después nada: ninguna noticia; se había eclipsado, impulsada, sin duda, por el amor, dominada, por aquella vehemencia que le hacía seguir al hombre preferido como una esclava.

¡El sol yo! ¡pero no veis que estamos á obscuras! Yo os veo claro, como si fuera de día... como si... estuviérais... ¿Como si estuviera dónde? No me atrevo, señor, ¡habéis mostrado tal empeño en no ser conocido!... Sin embargo, vos lo mostráis también en hacerme entender que me conocéis. Porque en ello me va mi honra. ¡Vuestra honra! , por cierto; yo no podía ser esclava de otro que de vos.