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Así pudo escribir con tanto acierto su obra, i llamarla un verdadero trasunto i retrato de muchas plantas medicinales, no conocidas, ni vistas por ninguno de los antiguos que en esta materia escribieron.

Las aficiones hípicas del dueño de aquel despacho se delataban igualmente en los pasillos, que desde la puerta de la casa conducían allí; por todas partes monturas colgadas y cuadros representando caballos en libertad o aparejados. Hasta sobre la mesa de escribir, el tintero, los pisapapeles y la plegadera estaban tallados en forma de herraduras, estribos o látigos.

Si hubiera estadística de los enredos amorosos, tal vez más de la mitad de ellos se vería que habían nacido del prurito de escribir que tienen las mujeres.

-Yo te aseguro, Sancho -dijo don Quijote-, que debe de ser algún sabio encantador el autor de nuestra historia; que a los tales no se les encubre nada de lo que quieren escribir. -Ese nombre es de moro -respondió don Quijote. -Así será -respondió Sancho-, porque por la mayor parte he oído decir que los moros son amigos de berenjenas.

No creo yo que el Sr. Danvila tuviese el propósito de sostener una tesis o de seguir una tendencia al escribir Lully Arjona. Su propósito hubo de ser divertir e interesar, y esto me parece que lo ha conseguido. Yo al menos me he entretenido agradablemente leyendo su novela.

Mas esta desigualdad no implica diferencia de valer, ni presupone inferioridad mucho menos. La diferencia está en las condiciones y calidades: en algo que se siente de un modo confuso y que es difícil de determinar y de expresar. Pero la diferencia existe, y, aunque no sea más que por esta diferencia, deben escribir las mujeres.

Así, pues, el Conde desistió de escribir a doña Beatriz por razones de prudencia y estrategia amatoria, y desistió de escribir a Inesita por más delicadas consideraciones. Mas no por eso desistió de conocerlas y tratarlas a las dos.

Don Jaime Pimentel, sin abandonar la corte, sin escribir apenas carta alguna, con el mayor sosiego, tuvo el gusto de recibir su acta, casi limpia, pues sólo llevaba dos protestas insignificantes y mal fundadas. El júbilo de D. Acisclo fue grande después de la victoria. ¡Qué lauro el suyo! ¡Qué muestra de poder la que acababa de dar!

Este notable descubrimiento da idea de la solidez de juicio y la serenidad reflexiva del marido de mi amiga. Suele también, de tarde en tarde, escribir algunos artículos en los grandes diarios acerca del porvenir de la ganadería, «nuestra industria madre». Estos artículos, por lo que toca a si existe o no aumento en el número de cabezas, están inspirados por un prudentísimo sentido dubitativo.

Dos descuidos imperdonables tuvo, sin embargo: quedósele traspapelado en la carta de escribir el plieguecillo en que había hecho sus pruebas caligráficas y olvidóse por completo de que en un cajoncito oculto de la arquilla antigua del boudoir existía, hacía más de tres años, un paquete de cartas.