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Tampoco se supo en qué tiempo inverosímil Salvador ensilló su caballo por mismo; y mientras Rita clamaba a todos los santos del cielo y el pastor se quedaba con un palmo de narices, él volaba hacia Rucanto, en velocísima carrera, que levantaba chispazos de lumbre bajo las herraduras del potro.

Se nos formó en columnas, dándonos orden de cargar, y el regimiento se puso rápidamente al galope. Parecía que la misma tierra, sacudiéndose bajo las herraduras de nuestros caballos, hacia adelante nos lanzaba. A aquellos primeros pasos tras un ideal de gloria acompañaron voces de guerra mezcladas con piadosas invocaciones. ¡Madre nuestra, santa Virgen de Araceli, ven con nosotros!

Con los blancos ojos medio ciegos, pero malignos, su labio inferior colgante y su monstruoso color, era incapaz de despertar el más leve sentimiento estético. Bueno dijo Conrado, cuidado con las herraduras, muchachos, ¡arriba! Ojo con no descuidarte en agarrar ante todo las crines, y cuida de agarrar en seguida el otro estribo. ¡Arriba!

Por respeto a , pues a mis dos acompañantes igual les daba el día que las tinieblas para caminar a pie seguro por aquellas escabrosidades, conservaba Chisco, que nos precedía, el farol encendido en la mano; pero hubiera jurado yo que más que la luz del farol del espolique, me alumbraban las chispas que sacaban de los pedernales del suelo las herraduras del tordillo de don Sabas; el cual don Sabas hacía los imposibles por entretenerme y hasta divertirme durante el paso de aquella negra, áspera e interminable senda; pero ¡ay! sin conseguir su noble y generoso empeño.

Algunos gansos que bajaban de los prados al río corrían delante del carruaje lanzando salvajes graznidos. Llegamos a un puente que cruzó el carruaje al paso; después entramos en un largo bulevar en que la oscuridad era completa, y luego el ruido de las herraduras de los caballos, chocando sobre un pavimento más duro, me advirtió que entrábamos en la ciudad.

Y Gallardo, sintiendo en su deslumbramiento la necesidad de contestar algo, tartamudeó, como si saludase a un aficionado: Grasias. ¿La familia güena?... Una discreta carcajada de doña Sol se perdió entre el estrépito de las herraduras que resbalaban sobre las piedras con los primeros pasos. Puso la dama su caballo al trote, y todo el pelotón de jinetes la siguió, formando escolta en torno de ella.

Recuerdo que el sonido de las herraduras de los caballejos y el de los tarugos de Chisco sobre las lastras de la subida, juntamente con el murmullo de las cristalinas aguas de la vadera, no me impresionaba en el espíritu, sino en el cuerpo: me daba frío. Hasta tal punto llevaba yo pervertidas las sensaciones por obra del tedio y del cansancio.

En quanto al caballo del rey de reyes, la verdad es que paseándome por las veredas de dicho bosque, noté las señales de las herraduras de un caballo, que estaban todas á igual distancia. Este caballo, dixe, tiene el galope perfecto. En una senda angosta que no tiene mas de dos varas y media de ancho, estaba á izquierda y á derecha barrido el polvo en algunos parages.

Montó atropelladamente el jinete, pateó luchando el solípedo, apartáronse con precipitación los espectadores y volaron sacudidas en círculo las herraduras, retemblando la tierra a los saltos del animal. Por último, sonaron las espuelas y partió Jovita. Federico, en las tinieblas, gritó: ¡Bien va!

Picaron los caballos para dejar atrás la chiquillería que corría tras ellos, y las callejuelas de azul empedrado y blancas paredes estremeciéronse con el rítmico chocar de las herraduras.