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Y en esotro coche, don Antonio de Luna y don Claudio Pimentel, del Consejo de Ordenes, Cástor y Pólux de la amistad y de la generosidad. ¡Ay, señor!, aquel que pasa en aquel coche dijo la Rufina , si no me engaño, es de Sevilla, y se llama Luis Ponce de Sandoval, Marqués de Valdeencinas, y como que me crié en su casa.

El domingo 26 de setiembre hizo el cabildo una fiesta solemne á nuestra Señora de Villaviciosa, á cuya intercesion atribuía la victoria que de los franceses acababa de conseguir España en Fuenterrabía. El obispo Pimentel llevó personalmente el Santísimo en la procesion del Corpus, dentro de un hermoso sol que mandó hacer en lugar de custodia.

Para el caso de que muriese este amigo de mi padre antes de la muerte de la Condesa, tuvo autorización dicho amigo de confiar a su hijo el secreto y de transmitirle la comisión. Dicho amigo se llamaba D. Diego Pimentel. Su hijo es mi marido D. Jaime. Muchos años hacía que él sabía que yo podía ser poderosa, pero no le bastó conocer la posibilidad. Necesitó de la certidumbre para enamorarse de .

Don Jaime Pimentel, sin abandonar la corte, sin escribir apenas carta alguna, con el mayor sosiego, tuvo el gusto de recibir su acta, casi limpia, pues sólo llevaba dos protestas insignificantes y mal fundadas. El júbilo de D. Acisclo fue grande después de la victoria. ¡Qué lauro el suyo! ¡Qué muestra de poder la que acababa de dar!

Domingo Pimentel á su vuelta de Italia, regaló á la catedral dos magníficos blandones de plata de 7 arrobas de peso y 4-1/2 varas de altura, primorosamente trabajadas en Roma por Faustino Taglieto. «No se halla en otra iglesia de España, dice Bravo, otra semejante dádivaOtros dos blandones de 9 cuartas de altura regaló el cardenal arzobispo de Toledo D. Pascual de Aragon; y con doce iguales de bronce dorado hacen magestuosa la capilla mayor en las festividades clásicas.

Don Acisclo se alegró mucho de esta venida, que iba a darle la mayor importancia; pero tuvo que afanarse para disponer bien las cosas, a fin de hacer a D. Jaime Pimentel una brillante recepción.

Entonces negoció con el Gobierno, y luego que el Gobierno le ofreció su apoyo, a fin de derrotar al diputado de D. Paco y elegir en lugar suyo al ya nombrado D. Jaime Pimentel, D. Acisclo se afanó por convertir su minoría en mayoría, trayendo a a los neutrales y vacilantes, y procurando, sobre todo, sacar de sus casillas y lanzar en la lucha a no pocos que jamás quieren votar ni mezclarse en política, tal vez porque no ambicionan empleos.

En suma, para no cansar más a mis lectores, acabaré por decir que don Acisclo recogió al fin el premio de sus fatigas. Las elecciones llegaron, y D. Acisclo venció en las elecciones. Don Jaime Pimentel salió diputado por una gran mayoría. Algunos quieren dar a entender que D. Acisclo hizo mil tramoyas y falsedades; pero nada se pudo probar, y por consiguiente no debemos creerlo.

Allí viene dijo el Cojuelo el Conde de Oropesa y Alcaudete, sangre de Toledo, Pimentel, y de la real de Portugal, príncipe de grandes partes; y el que va a su mano derecha es el Conde de Luna su primo, Quiñones y Pimentel, señor de la casa de Benavides en León, hijo primogénito del Conde de Benavente, que es Luna que también resplandece de día.

Fueron entonces condenados á muerte los principales cabecillas ó jefes de Comuneros; pero como el D. Pedro Maldonado Pimentel tuviese parentesco con el famoso Conde de Benavente, consiguióse que el otro Maldonado, conocido por el de la calle de los Moros, muriese en lugar suyo con Bravo y con Padilla, cual si este bárbaro ardid pudiera deslumbrar á la opinión pública..... ni aun en tiempos en que no había periódicos.